Charlotte se llevó las dos manos a la cabeza mientras negaba.
—¡Yo nunca he escrito en mi diario que estoy enamorada de ti, Blake! —gritó con impotencia, pero lo peor no era la acusación sino la decepción en los ojos del hombre.
—¿No te cansas de mentir? Ya lo leí, tu madre me lo dio. ¡El noventa por ciento del cuaderno es sobre mí, Lottie! —la acusó Blake.
—¡¿Y de quién más voy a escribir si eres la única persona de mi familia que me presta atención?! ¡Tú y la abuela siempre fueron los únicos que no se perdían mis recitales, los que me ayudaban con los exámenes, los que iban a mis partidos! —replicó ella—. ¡Callie solo iba porque tú la obligabas, y mis padres ni se molestaban en llegar!
—¡Entonces ese fue mi error! —rugió Blake—. ¡Tratarte como mi familia cuando no lo eras! ¡Solo eras la hermana pequeña de mi novia, a la que acabo de perder por tu culpa!
Charlotte retrocedió y juraba, de verdad juraba que podía escuchar su corazón rompiéndose. No podía creer que su madre le hubiera entregado a Blake su diario, pero aún peor, que él dijera que no era su familia.
—¿Por eso hiciste esto?
La pregunta la tomó desprevenida y levantó los ojos llenos de lágrimas para clavarlos en los suyos.
—¿Qué...?
—¿Por eso hiciste esto? ¡Drogarme! ¡Acostarte conmigo! ¿Para qué, Lottie? ¿Para que tuviera que romper con tu hermana y quedarme contigo? —El tono de asco en sus palabras era imposible de disimular y a Charlotte le sentaba peor que cuchilladas—. ¡Callie es el amor de mi vida! ¡Hemos estado juntos siete años, nos vamos a casar! ¿¡Por qué tenías que lastimarnos así!?
—¡Yo no lo hice! ¡Maldita sea! ¿¡Cuántas veces y en cuántos idiomas tengo que decirte que no lo hice!? —sollozó ella y de repente fue como si toda su voluntad, o los pobres restos que quedaban de ella se quebraran.
Cayó de rodillas delante de aquel hombre y se cubrió el rostro con las manos llorando amargamente.
—Te lo juro por mi vida Blake, que no lo hice... Mi familia no me cree pero tú tienes que creerme... Mi madre me echó de casa...
—¡Y deberías estar agradecida por eso! ¡Un internado es lo mejor que te puede pasar ahora! —siseó él.
—¡No me van a mandar a un internado, Blake! ¡Me echaron a la calle! —replicó ella—. ¡Me echaron a la calle con trescientas libras y un billete de avión para Estados Unidos...!
—¡Pues no me importa! —gritó él con furia y toda la admiración de Charlotte murió ahí—. ¡No me importa si vas a un internado o a la calle! ¿Qué es lo que pretendes? ¿Que te ayude, que te recoja, que te pague un maldito departamento después de tus amenazas?
Charlotte levantó los ojos consternada, negando y balbuceando a la vez.
—¿Am... amenazas...? ¿Cómo... cómo amenazas, Blake... yo jamás...?
Lo vio mesarse los cabellos con indignación, como si estuviera haciendo un gran esfuerzo por no perder el control.
—¿Sabes qué? ¡Tu hermana tiene razón! ¡No vale la pena perder siete años de relación por alguien tan bajo como tú! —siseó con rabia justo antes de abrir su maletín ejecutivo y empujar aquellos papeles contra el pecho de Charlotte—. ¡No quería creerlo, no podía creerlo hasta que Callie me enseñó esto!
Charlotte miró aquellos papeles con incomprensión, pero a medida que los leía y los entendía, su rostro iba perdiendo el color.
El primero era un análisis de sangre donde decía que ella había sido drogada con GHB.
El segundo era una denuncia legal contra Blake Baldwin por abuso sexual.
¡Y los dos tenían su firma estampada en el pie de página!
—No... no, esto no puede ser, yo no firmé esto —dijo Charlotte con un hilo de voz—. ¡Mamá ni siquiera quiso hacerme la prueba de sangre...!
—¡Porque sabía perfectamente lo que tratarías de hacer, lo que hiciste, Lottie! ¿Cómo se te ocurrió amenazar a Callie? ¿Cómo pudiste amenazarla con denunciarme si volvía conmigo?
Charlotte sintió aquel grito aprisionándose en su pecho.
—¡Yo jamás he amenazado a Callie! ¿Cómo crees que haría eso...?
—¡DEJA DE MENTIRME! ¡Deja de mentirme, maldición, porque ya no puedo más! —espetó él con desesperación—. ¡Le dijiste a Callie que si se casaba conmigo pondrías esa denuncia en la policía y me acusarías de abusar de ti! ¡Callie estaba destruida cuando habló conmigo esta mañana y ese es el resultado de tu egoísmo!
—¡Blake... yo no...!
El cerebro de Charlotte luchaba por encontrar una respuesta. Ella jamás le había dicho algo como eso a Callie, jamás la había amenazado y mucho menos había redactado aquella denuncia...
—¿De verdad crees que yo podría estar contigo? —escupió Blake y ella lo miró a los ojos con amargura—. ¡Callie es la mujer de mi vida!
—¡Pues la mujer de tu vida es una maldita mentirosa! —replicó con impotencia y Blake dio dos pasos amenazantes hacia ella.
—¡Cállate! ¡Callie es cien veces mejor que tú! ¿Y sabes qué? ¡Me voy a casar con ella! ¡Me voy a casar con ella y voy a ser feliz porque a ti no podría ni mirarte, me da asco lo que hiciste, Lottie, me das asco! ¡A mí no me vas a tener, así que dime cuánto quieres para romper esos papeles y desaparecer de una maldita vez! —le gruñó como una fiera herida y Charlotte súbitamente dejó de llorar.
Si había un interruptor en el corazón para apagarlo, Blake acababa de tocar el suyo. O quizás era que estaba tan hecho pedazos que ya no tenía fuerzas para latir.
—Entonces tú... ¿tú de verdad crees esto? ¿Crees que te drogué, que me acosté contigo para amarrarte, que... que amenacé a mi hermana...?—preguntó con un hilo de voz y él ni siquiera tuvo que contestarle—. Bien... entonces… quiero cien libras.
Blake frunció el ceño sin comprender.
—¿Qué...?
—Dame un billete de cien libras, seguro tienes alguno en tu cartera —murmuró ella.
—¿Esto es un maldito juego para ti, Lottie?...
Charlotte dio la vuelta a los papeles para romperlos y Blake metió la mano en su cartera, sacando un billete de cien libras.
La barbilla de la muchacha tembló mientras las siguientes palabras salían de su boca.
—Escribe en él: ¨Para Lottie, como pago por su virginidad".
—¡No voy a...!
—¡Escríbelo! —exclamó ella—. ¡Si quieres que los rompa, escríbelo! ¡Escribe en el maldito billete: ¨Para Lottie, como pago por su virginidad". ¡Escríbelo!