Lo más espectacular de Katherina Orlenko era, sin dudas, que no se molestaba en disimular lo loca que estaba. En todos los aspectos se veía como una mujer autoeducada, eso era innegable, porque hay una pequeña distinción entre la gente que ha nacido en cuna de oro y los que se han educado a sí mismos a fuerza de voluntad, y era muy fácil notar que la mujer era uno de ellos.
—Ahora que los chicos están bien, necesito un sofá medio decente sobre el que tirarme, por favor, y en lo que el trago va y viene, ¿me podrían explicar qué es esa cosa que tiene tu media naranja puesta en el pecho?
Los tres se sentaron en uno de los despachos, seguían sucios del agua de mar y de todo el desastre de la explosión, pero relajar el cuerpo y el cerebro era lo primero, así que Mateo hizo el honor sacando su botella más cara y poniéndola entre ellos.
—Es muchas cosas, antes que nada es un chip de rastreo subdérmico —le explicó sirviendo para los tres—. Puede leer todo, desde tu ubicación hasta si estás vivo o no.
—La verdad es que ese trastecito de Matt en particular le ha salvado la vida a más de uno en nuestra familia —suspiró Santi.
—Me imagino. ¿Y podrías ponernos de esos a nosotros? Claro, si los chicos acceden.
—Por supuesto, Kolya ya sabe incluso cómo controlarlo remotamente —aseguró Mateo—. Él puede hacerse cargo si en determinado momento yo no estuviera.
Katherina suspiró con alivio porque al final iba a resultar que hacía medio año estaba desamparada y ahora tenía una familia enorme por la que no tenía que velar sola.
—Bueno, y ahora cuéntame sobre la otra parte del artefacto. ¿Eso de verdad es un diamante? —le dijo tomando la carcasa excavada en el diamante y sosteniéndola contra la luz.
—Sí, eso mismo es.
—¿Y no te parece que tu novio lo apreciaría más en el dedo? —lo increpó—. Mira que no sé cuántas veces he escuchado al Papi Sexi Uno decir esta noche: “Es mi novio, ¡es mi novio!” Parece disco rayado.
—¡Pues eso mismo le digo yo! —exclamó Santi muerto de risa—. Además, mira que me canso de lanzarle indirectas y hasta directas, pero de verdad no agarra ninguna.
—¡Pues a espabilarte, Papi Sexy Dos, mira que con lo bueno que está este hombre yo por él me dejo crecer hasta el bigote!
Y por supuesto que la única reacción posible ante aquello era ahogarse de la risa. Sin embargo, Katherina no parecía de las que necesitaban indirectas o directas para decidirse.
—Oye, Santiago, y una pregunta. ¿Tú tienes alguna clase de problema en los pies? ¿Alguna discapacidad o algo así? —preguntó de repente con tono serio y Santiago se echó hacia adelante sin comprender.
—No, claro que no. ¿Por qué?
—Pues porque si tanto protestas porque él no te lo ha pedido, no veo por qué no le pegas tú una rodilla al suelo y se lo pides a él, que aquí la propuesta puede ser de cualquiera de los dos lados, cariño —le advirtió Katherina—. ¡Es más, estoy absolutamente segura de que te pones de rodillas para otras cosas menos… formales!
Santiago escupió el trago que se estaba bebiendo hasta por los ojos, y terminó tosiendo aparatosamente mientras Matt le daba palmaditas en la espalda con un gesto condescendiente.
—¿Ves, niño, ves? ¿Ves que tú también puedes dar el siguiente paso?
Y por supuesto que aquella noche no podía continuar de otra forma que no fuera con sinceridades dolorosas y un poco de inquietud de parte de todos.
—Será mejor que nos vayamos a descansar —suspiró Katherina por fin—. Doy media vida por un baño caliente, y la otra media por saber quién fue el infeliz que metió tantas bombas en el barco donde yo iba sin que me diera cuenta, así que necesito dormir porque mañana voy a encontrar a dicho infeliz y ahogarlo con mis propias manos, o en su defecto encontrar a alguien un poquito más grande que yo que lo ahogue. Estoy casi segura de que fue ese narco de pacotilla, pero pueden apostar a que pagará con su vida por haber tratado de matar a mi hijo.
Mateo frunció el ceño y los demás se giraron hacia él porque era evidente que estaba pensando algo.
—Escúpelo, Papi Sexy Dos —le dijo ella y Mateo negó.
—Preferiría no hacer juicios a priori —murmuró porque realmente no creía que Cirzo tuviera nada que ver con aquello.
—No te preocupes, a priori, a posteriori, y a “intermediori”, suelta lo que estás pensando porque si estoy creyendo mal, lo voy a seguir creyendo a menos que me corrijas —sentenció Katherina y Mateo se levantó mesándose los cabellos.
—No estoy muy seguro de que fueran detrás de ustedes... Y tampoco estoy seguro de que haya sido Cirzo quien puso esas bombas —sentenció y ella se acercó a él.
—¿De qué estás hablando, Papi Sexy Dos? —lo interrogó—. Si no fue el narco de poca monta, entonces ¿quién?
—Eso no lo sé —admitió Mateo—. Pero yo estuve monitoreando tu barco desde que salió de Odessa, y en ningún momento logré detectar infra frecuencias. Las bombas no estaban ahí antes de que nosotros subiéramos.
—O quizás solo las activaron después —replicó Santiago.
—También puede ser, pero solo significa dos cosas: o tenemos mucha mala suerte para las coincidencias, o que quien sea que haya puesto esas bombas conocía nuestros movimientos, sabía que íbamos a subir a ese barco... —murmuró Matt con preocupación—. Ahora que los niños ya están reunidos y a salvo, creo que lo mejor será que comencemos a usar el Espejo para la segunda cosa por la que fue construido.
Katherina achicó los ojos con curiosidad, pero la verdad era que no estaba demasiado sorprendida, porque la gente con más poder solía ser quien más enemigos tenía. ¡Si lo sabía ella! Pero aunque eso no le importaba demasiado, sí le importaba el hecho de que alguien amenazara a su nueva familia. Eso simplemente no podía permitirlo.
—¿Tienen un archienemigo peligroso de quién debería saber? —les preguntó y ninguno de ellos se opuso a la respuesta, porque sabían muy bien que ahora que compartían la responsabilidad por los chicos, no podían mantener a su madre en la oscuridad.
—Ese es el problema: no sabemos. Hay una historia larga y complicada detrás de eso —suspiró Santiago—. Creemos que uno de los antiguos enemigos de mi padre puede estar detrás de mí, ya me dispararon hace algunas semanas, y el hermano de Mateo está investigando fuera de la red, ya sabes, pero todavía no aparece ninguna noticia sobre él.
—Así que literalmente esperamos que el Espejo nos arroje algo —añadió Mateo—. Porque la verdad es que hasta ahora vamos completamente a ciegas, y esa no es forma de defenderse.
La mujer frente a ellos se cruzó de brazos y asintió con calma. Si algo había aprendido en los últimos años de su vida es que la gente hacía todo por dos cosas: o por motivos poderosos, o por una total ausencia de ellos.
—Escuchen, sé que no es mi problema, y que quizás es una intromisión mayúscula en sus vidas, pero... si quieren ayuda, quizás yo también la pueda ofrecer.
Santiago y Mateo se miraron y se encogieron de hombros a la misma vez.
—Bueno, claro. Es decir... no tengo idea de a qué te dedicas, pero suenas bastante confiada —replicó Santiago y Katherina sonrió con un gesto enigmático.
—Digamos que soy una... solucionadora —explicó con calma—. Todos queremos algo en la vida, algo que no podemos tener. Yo solo me encargo de descubrir qué es y dárselo a la gente correcta. Así que si lo que quieren saber es quién está detrás de ustedes y por qué... tal vez yo puedo averiguarlo.
CAPÍTULO 4. Una solucionadora
Escrito el 09/09/2024
DAYLIS TORRES SILVA