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CAPÍTULO 12. Lo peor del Hellhound

Escrito el 26/08/2024
DAYLIS TORRES SILVA


 Lamentablemente Eric no estaba mintiendo, era poco decir que solo quería llevársela a la cama. La esposa de su padre era una tentación para él, la mayor de las tentaciones que había tenido jamás, y sabía que podía destruirlo a menos que acabara con ella él mismo.

…Pero Skyler siempre tenía el suficiente sentido común para retirarse. Era tan desconfiada que él no sabía cómo empezar a derribar sus barreras.  

Se escabulló en la cocina por tercera vez y llenó la cesta para Skyler. Hacía tres días que estaba encerrada. ¿Qué se creería el imbécil de Tormen, que de verdad estaba tirada en una esquina, muerta de hambre y a punto de ceder? ¡Definitivamente tenía que estar ahí para ver su cara cuando se la encontrara tan fresca!

Vio que en una de las cafeteras preparaban el Civet para su padre y el mero olor lo hizo sonreír, lo puso feliz.

Sin embargo cuando empujó la ventana del balcón, que ya por costumbre Skyler dejaba abierta para él, se dio cuenta de que no estaba en su cama. Escuchó su voz y sin ninguna vergüenza se asomó al cuarto de baño. Estaba cubierta de espuma hasta el cuello, a las seis de la mañana, cantando como un gorrioncito feliz y despreocupado.

En contraste, se escucharon afuera los gritos de Tormen y de media servidumbre.

Eric no dudó ni un segundo antes de meterse al baño y ella le sonrió al verlo.

—¿Qué hiciste, Skyler? —Fue lo primero que preguntó y a la muchacha la sonrisa se le borró en un instante.

—Ese es un tono demasiado acusatorio.

—Pues por los gritos parece que algo grande está pasando en la casa y tú estás demasiado contenta.

Skyler bufó con fastidio. Se levantó en medio de la bañera, chorreando agua, y Eric tragó en seco porque no tenía otra forma de contener la erección que le provocaba. Su cuerpo era sencillamente perfecto, con curvas delicadas y pechos pequeños y turgentes. Y lo peor no era tenerla completamente desnuda delante de él, lo peor era la mirada llena de desafío que había en sus ojos.

Alcanzó una toalla y se la entregó, porque si esperaba otro segundo se le saldrá la maldita baba. Todo lo que su instinto le pedía era tenerla debajo de él, suplicando.

—¡Vístete! —le gruñó—. No querrás que mi padre te encuentre así.

—Ni tú querrás que te encuentre aquí —le aseguró ella envolviéndose en la toalla y saliendo de la bañera.

—Si me voy de esta habitación ahora y tu marido entra por esa puerta, ¿sobrevivirías? —Casi se burló Eric.

—Es probable que no, pero puedes apostar a que le daré una buena pelea —dijo Skyler sin una sola inflexión en la voz y él entendió que no estaba bromeando.

—¡Vaya, eres toda una guerrera! ¿Pero sabes que se atrapan más moscas con miel que con vinagre? —le dijo.

—Se atrapan más con un matabichos —replicó la muchacha—. ¿A dónde quieres llegar?

Eric tuvo que mirar a otro lado mientras Skyler se vestía delante de él o de lo contrario parecería un maldito perro en celo. ¡Un sabueso infernal en celo!... pero perro al fin.

—Cualquiera pensaría que, queriendo sacarle lo que sea que quieras sacarle a tu marido, serías lo bastante inteligente como para al menos aparentar que eres una mejor esposa…

—¿Una mejor esposa que quién? —lo interrumpió ella con una risa llena de sarcasmo—. ¿Que tu madre?

Eric sintió que le hervía la sangre al escucharla hablar de Karen. ¿Con qué derecho se atrevía siquiera a mencionarla?

—¿Qué nunca viviste en esta casa? ¿Nunca te diste cuenta de que tu padre no quiere una esposa, solo un saco de boxeo donde descargar sus frustraciones? —le espetó—. ¿Qué tan buena tiene que ser una para eso?

—¡Mi madre era una buena mujer! —le gruñó y ella se dio la vuelta para encararlo.

—La señora Karen era una buena mujer, tienes razón. Es una pena que en esta casa eso no sea suficiente. ¡Tú mejor que nadie deberías saberlo! 

Eric estaba a punto de replicarle cuando sintió que golpeaban la puerta, como si no recordaran que estaba cerrada con llave por fuera.

—Ponte cómodo —le dijo Skyler antes de que Tormen entrara a la habitación hecho una fiera.

Eric puso a Skyler detrás de él por mero instinto… o por pura premeditación, no lo sabía.

Su padre lo miró como si él fuera un objeto anacrónico en la habitación de su esposa, pero al parecer había algo más grave y más urgente que lo hacía mirar detrás de él buscando a Skyler.

—¿Dónde están mis cosas, ladita ladrona? —le gritó y Eric sintió que la mano pequeña de la muchacha se cerraba sobre la espalda de su playera.

—¿Perdiste algo, padre? —preguntó con curiosidad porque no era normal verlo tan alterado a menos que estuviera borracho o en plena resaca.

—¡Esta infeliz vació mi caja fuerte!  —gritó Tormen y Eric se aguantó la cara de sorpresa porque realmente no había creído que fuera capaz. ¡Por Dios si era una chiquilla!

—¿La habías dejado abierta?

—¡Por supuesto que no! ¡Pero esta desgraciada seguro encontró la forma de abrirla! —gritó Tormen y lo vieron toser un poco, como si se ahogara.

—¿Y se llevaron algo de valor? —preguntó Eric con una inocencia que no necesitaba fingir.

—¡Pues claro que se llevaron todo! ¡¿O si no por qué crees que estaría gritando?! —escupió su padre y se puso pálido—. Dinero, las joyas de la familia y el dia…

Tormen se detuvo y Eric supo perfectamente qué era lo que no había dicho, algo más se habían llevado que Tormen Hellmand quería ocultar hasta de él. El viejo gruñó como un animal herido y solo buscó a Skyler con ojos fieros.

—¡Devuélvemelo todo! —demandó y ella salió de detrás de Eric.

—Yo no robé nada. Ni siquiera podía salir de aquí porque se encerraste, ¿recuerdas? —le espetó.

—¿Entonces cómo es que este está aquí? —la cuestionó Tormen y a Eric le hizo gracia la forma tan despectiva que tenía de decirle «este» a su propio hijo.

—Bueno… el que quiere puede —dijo en un tono risueño. Fue tan cínico que rodeó a Skyler y pasó una mano alrededor de sus caderas. Ella ni siquiera se movió—. ¡Pero doy fe de que estuvo bastante ocupada toda la noche! Así que lo que sea que te robaron... ella no fue.

Tormen se puso rojo, cerró uno de los puños pero no llegó a hacer nada, porque un nuevo acceso de tos lo detuvo y fue tan fuerte que tuvieron que llevárselo de la habitación. Antes de que hubiera caminado cinco metros lo escucharon vomitar hasta el hígado y eso fue música para los oídos de Eric.

Cerró la puerta de la habitación él mismo y se giró hacia Skyler. La miró de arriba abajo porque no podía creer en la mujer que tenía delante.

—Acabas de verme desnuda, ya no hay mucho más que ver —aseguró y él no pudo evitar acortar la distancia entre los dos. Había algo en aquella chica que lo tenía fascinado.

—Al contrario… yo creo que hay más, mucho más para ver —murmuró muy cerca de su boca y sintió que se estremecía y se apartaba.

No iba a ceder. ¡Maldita fuera no iba a ceder! Ya sabía que era lo suficientemente hábil y tenía lo que quería. Tenía las joyas de su madre, pero también tenía algo más importante, Tormen no estaría desquiciado solo por joyas o dinero.

—¿Qué más sacaste de la caja fuerte de Tormen? —preguntó con suavidad porque no quería que su tono se escuchara agresivo.

—No sé de qué hablas —murmuró ella acurrucándose en una de las sillas del balcón y Eric se dio cuenta de que no le sacaría nada.

Necesitaba que confiara en él, necesitaba que confiara en él con los ojos cerrados y no lo lograría a menos que ella se enamorara como la niña que en el fondo era. 

«Hora de cambiar de táctica», pensó.

Acarició su hombro como si de verdad quisiera darle apoyo y se acuclilló frente a ella.

—Sky, escúchame bien —le pidió acariciando su rostro—. Por favor no subestimes a Tormen. Puede ser un viejo pero es mañoso y tiene poder. Por favor ten cuidado. ¿Sí?

La vio asentir con suavidad antes de dejarla sola y el próximo número que marcó fue el de Andrei, que le contestó al segundo repique.

—Lo haremos esta noche —le dijo—. Prepara todo.

—Todo está listo —respondió su mano derecha y casi podía imaginar su sonrisa.

Eric no solía ser un hombre cruel, pero en esa caja fuerte también había algo que él quería. Así que esa noche Skyler Jensen conocería lo peor y lo mejor del Hellhound.


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