Algún lugar al norte de Marsella
La llegada de la noche arrastraba una frialdad que no se solidificaba en nieve ni en lluvia, que no llegaba a ser dañina para una criatura de la noche, pero que hubiera sido letal para un humano que se quedara a la intemperie. La vivienda no tenía en modo alguno las condiciones para enfrentar un invierno tan crudo como aquel, en especial porque las paredes eran demasiado delgadas y la estufa no funcionaba desde hacía años. De cualquier manera no importaba, todos los que habitaban la desarticulada casucha eran criaturas de la noche, o estaban muertos.
Hacía horas que esperaban, silenciosos y expectantes, a que el predicamento en que se habían metido tuviera un desenlace acorde a sus expectativas. Mientras, el aire gélido no parecía ser suficiente para espantar al cuervo, que seguía cantándole a la oscuridad su descontento y su hambre.
_ ¿Crees que aún falte mucho? _ rumió Selana en un rapto de impaciencia _ Lleva muerto más de seis horas. ¿No debería haber despertado ya?
Siena recorrió la habitación con ansiedad. Comprendía que la mujer se dirigiera a ella, a falta de otro sujeto cerca con quien entablar conversación, pero sus modales eran tan bruscos y cerrados como los del propio regente, y si Selana no se atrevía a importunarlo a él con preguntas incontestables, no le agradaba que la agobiara con cuestiones a las que tampoco ella podía dar solución.
Había estado en el mismo salón que Ius cuando Lara hiciera las revelaciones del origen y desarrollo de la raza craig, había escuchado cada sentencia, palabra por palabra, y estaba bastante segura de que en ninguna frase había quedado en claro cuánto tiempo estarían muertos los descendientes antes de transformarse. Por menos que le gustara eso constituía un problema.
Había accedido a salir sola con el regente, sin más escolta para defenderlo que ella, porque pensaba que el procedimiento sería rápido y fácil de llevar a cabo si se seguían al pie de la letra las instrucciones del libro de la Memoria Histórica, pero el asunto estaba tardando demasiado, y cada minuto que pasaran fuera de la mansión era una posibilidad de sus enemigos para atacarlo. Siena era una excelente peleadora, pero tenía muy claro a cuántos oponentes era capaz de enfrentar a la vez.
_ Señor. _ se atrevió a decirle a Ius, que rondaba la habitación con pasos de plomo y una impaciencia cada vez menos controlada _ Será mejor que nos vayamos ahora, esto puede tardar más de lo que imaginamos y no quiero arriesgar su seguridad. Selana puede informarnos del resultado cuando todo haya concluido.
El regente detuvo su caminata por un segundo, pero no fue para pensar en la propuesta de su Primera Oficial, sino para rechazarla, tajante y exasperado. Había estado presente en cada una de las tentativas anteriores para desarrollar la raza. ¿Cómo podía pedirle que se ausentara ahora que este intento prometía terminar con todos los siglos de búsquedas y de esperanzas destrozadas por el error?
_ No, Siena. _ refunfuñó _ ¡Nos quedaremos hasta que este viejo despierte, o su cuerpo se descomponga sin remedio como ha sucedido con los otros sujetos de prueba! ¡No me iré de aquí sin tener la certeza de que he acertado… o de que he sido engañado otra vez! ¿Has entendido?
_ Sí, señor. _ consintió la craig de mala gana _ Solo temo por su vida, es todo.
_ Pues si tanto temes, prepárate, porque el peligro puede venir lo mismo de fuera que de dentro. Recuerda que no sabemos en qué estado despierte este… _ recalcó señalando al anciano muerto _ si es que despierta.
Lo cual ya comenzaba a dudar. Ius no se había saltado ni un solo paso, no había omitido ni un solo aspecto de la hoja de instrucciones escrita de puño y letra de Lara que quedara bajo su poder. Había aprendido de memoria hasta la última palabra y analizado cada posibilidad y cada giro de la transformación en que su proceder pudiera ser incorrecto, y en consecuencia había actuado. Nada podía salir mal, no se habían equivocado en una sola cosa. El viejo apenas había hecho un sonido ahogado mientras Selana le quebraba el cuello sin demasiadas contemplaciones, y lo depositaba luego, desmadejado y roto, sobre el mohoso sofá.
_ Asegúrate de que esté muerto. _ y Siena fue la única en comprender las palabras de Ius. El procedimiento había salido mal con Lara porque le habían colocado los colmillos estando todavía viva, y ese era un desacierto que el regente no pensaba permitirse.
_ No se preocupes señor _ aseguró la rectora del Cenáculo _ Si estuviera más muerto, estaría podrido.
Las gestiones siguientes fueron sencillas y sobre todo, breves. Ius le había arrancado personalmente los colmillos al anciano, y en su lugar había colocado uno de los caninos de Selana, apretándolo con fuerza contra las encías. Las primeras tres horas habían transcurrido sin mucho ánimo para hablar, puesto que la atención de todos se concentraba en la figura inerte sobre el sofá, aguardando que de un momento a otro abriera los ojos a la vida inmortal. Pero el cuerpo no parecía dar señales ni siquiera de estar cambiando. A esas alturas ya debía tener por lo menos el cabello de otro color…
“No, no puede –Recordó Ius.- Los stark son de cabellos oscuros y ojos cárdenos, pero nosotros no somos stark; nuestro cabello y ojos son claros, o grises, y los descendientes craig deben parecerse a nosotros, no a los stark. La maldición de la luz de Liam, así como influyó en nuestra memoria, debió influir en nuestras posibilidades de descendencia… en los colmillos de nuestras madres.”
Por desgracia no era suficiente con aquella elucubración para apaciguar su ánimo. Era muy posible que estuviera atinado en sus conclusiones pero también era probable que se equivocara y que aquel viejo del demonio no despertara jamás.
_ Pero… el procedimiento, incluso estando mal hecho _ pensó en voz alta _ funcionó con Lara. La convirtió en una criatura de la noche, si bien es cierto que no tenemos muy claro en cual, pero la transformó. ¿Por qué ahora tendría que ser diferente?
Siena se levantó de su silla con calculada serenidad, sabía que su respuesta no agradaría al regente pero era su deber hacerle advertir aquello que su mente no valoraba, o que no estaba preparada para escuchar.
_ Así es señor, Lara fue convertida, pero Lara recibió los colmillos de la Madre. Por muy ajeno que estuviera su linaje a las Razas de la Noche, el poder de esos colmillos invariablemente haría algún cambio en su apariencia o en sus capacidades.
Ius hizo un gesto deliberado de asco mientras asentía. La craig llevaba razón en sus palabras y eso lo sacaba de sus cabales. Lara portaba los colmillos de la Madre, los caninos que había buscado por quinientos años y que le pertenecían por el derecho de su supremacía, por su habilidad para regir y sobre todo por haber mantenido controladas a las Razas durante medio milenio.
Ahora aquella chiquilla impertinente los tenía y encima se había atrevido a llamarse Madre, como si el señorío sobre las castas de la noche pudiera conquistarse sólo con la posesión de las reliquias. Su muerte era lo único que podía darle una tranquilidad definitiva a Ius. Aunque por una parte era un problema el hecho de que fuera ella la poseedora de los colmillos, porque eso significaba que no sería tan fácil arrebatárselos; por la otra, habían desaparecido las dudas sobre la verdadera existencia o el paradero de los caninos. Ahora el regente sabía muy bien dónde podía encontrarlos.
Sin embargo la situación actual ameritaba hacer a un lado por un instante sus reflexiones acerca de la fuga de Lara y su juramento de muerte. Por muy hondo que le hubiera calado la amenaza, por muchas precauciones que había tomado para proteger su vida de la chica, la resurrección del viejo precisaba ahora su total atención, y Craig necesitó dejar atrás sus recelos y sus miedos para permanecer en aquella casucha más del tiempo conveniente para su seguridad.
Se acercó al anciano y observó con cuidado su faz, intentando descubrir cualquier indicio de cambio, pero el cuerpo permanecía tan rígido y pálido como había quedado en el momento de su muerte.
“¡Maldito viejo! Tal vez no debí consentir en que las esperanzas de continuidad de mi raza recayeran en alguien que estuviera al borde del fallecimiento.” - Pensó sin poder evitar que un rapto de impotencia le recorriera la sangre y alterara sus propias facciones.
Se echó hacia atrás con impaciencia, dispuesto a descargar su frustración con cualquiera de las dos craig que lo miraban agobiadas; pero su movimiento se detuvo en seco dejándolo en una postura de latente expectación, mientras escuchaba una nueva aunque débil respiración que se extendía por la sala y que de repente se detuvo. ¿Había sido solo su imaginación? ¿Sus esperanzas lo traicionaban de una forma tan burda? No. El cuervo también lo había sentido, allá arriba, y arañaba con las garras la frustración de su perdida cena.
Silencio.
Y luego uno, silencio, dos, tres latidos arrítmicos pero fuertes, convencidos de su deseo de vivir. Al tiempo en que Ius quedaba paralizado por la sorpresa las mujeres se levantaron, sacándolo de la zona de peligro que podía suponer un experimento fallido. Siena desenfundó la pistola con mecánica rapidez y la apuntó a la cabeza del anciano, que aún permanecía inmóvil.
Al verla, Selana lamentó su poca prudencia al haber acudido a la cita desarmada, pero su error era comprensible, Selana no era un soldado, ni siquiera una luchadora; de modo que hizo lo único que estaba en sus manos en ese instante: colocar su cuerpo frente al de Craig, para ser ella quien recibiera el primer impacto si un ataque llegaba a producirse.
Sin embargo, a pesar de la amenaza que suponía la reanimación de una criatura, y en especial el no saber cómo sería su despertar, el regente estaba convencido de que sus deseos por fin estaban más cerca de cumplirse de lo que jamás lo habían estado. Nunca un sujeto de prueba había despertado con un corazón latiéndole en forma casi natural en el pecho, y el “casi” sólo provenía del hecho de que el corazón le latía sin orden ni concierto.
Pero el anciano estaba vivo. Ius podía escuchar cada palpitación de su sangre como una promesa cumplida. Diez, quince minutos de agónica expectación pasaron hasta que el hombre movió con levedad las yemas de los dedos, reconociendo con el tacto la superficie sobre la que permanecía tendido. Al contrario del clásico y súbito despertar que todo esperaban, el anciano parpadeó varias veces con lentitud, intentando acostumbrarse a la semi penumbra que reinaba en la habitación, iluminada apenas por algunas velas.
Se incorporó como si cada movimiento le resultara más difícil que el anterior, y terminó sentado a medias en el sofá, con los codos apoyados en las rodillas. Su actitud era la de una persona cansada que se recuperara después de un arduo día de trabajo, no la de una criatura furibunda que fuera a atacarlos al menor intento de acercarse. Ius dio un paso adelante, haciendo a un lado a la rectora, pero Siena se interpuso de inmediato.
_ Señor, no creo que sea muy prudente que se aproxime a él, todavía no sabemos cómo reaccionará.
Sólo en ese momento el viejo pareció percatarse de la presencia de las otras tres criaturas en la sala. Levantó la cabeza con gesto curioso para observar al regente y de inmediato pudo establecer la jerarquía de mandos en aquella sala, el hombre era llamado “señor”, y las mujeres se encargaban de protegerlo aunque la empresa les costara la vida. Pero… protegerlo de quién. La posición defensiva lo tenía a él como blanco, pero él era un anciano de setenta años.
Estiró los brazos con denodado sosiego, intentando evitar que un movimiento brusco de su parte animara a las mujeres a dispararle. Se puso en pie con la misma calma y evaluó la renovada fuerza que había en cada uno de sus desgastados músculos, a pesar de que sus huesos aún parecían tan maltratados como antes. Cerró los puños y las articulaciones de sus dedos sonaron como goznes herrumbrosos, y lo mismo sucedió cuando movió la cadera, los hombros y las piernas.
_ ¡Diablos! _ murmuró _ ¡Sí que estoy crujiente!
Afuera, el pájaro negro chilló el desconsuelo premeditado y doliente del animal hambriento. Las últimas seis horas no habían rendido frutos para él, solo la certeza de que esta noche no habría un trozo de carne descompuesta que llevarse al pico. Ius le respondió con una carcajada mientras terminaba de apartar a Selana de en medio y se acercaba al anciano, su nueva creación no solo era pausado y comedido, sino que parecía tener entendimiento y sentido del humor.
_ ¿Cómo te sientes, viejo? _ preguntó escrutando cada uno de sus rasgos, notando ahora el evidente cambio operado en los últimos segundos de su transformación.
Los ojos del hombre se habían tornado completamente grises, al parecer -como Ius se imaginara antes- no había forma de que los descendientes se libraran de la maldición de la luz con que Liam los había sometido quinientos años atrás. Los cabellos blancos habían adquirido también una tonalidad más oscura, y la piel parecía haberse regenerado hasta ocultar casi la totalidad de arrugas que unas horas antes surcaran su rostro. Sin embargo, seguía teniendo el aspecto de un hombre mayor, solo que ahora perecía un venerable anciano en lugar de un achacoso viejo.
El recién nacido craig miró al regente con cierto recelo, pero algo en su presencia subyugaba, invitaba, convencía. Decidir era algo secundario en presencia de aquella criatura, en especial cuando la sangre llamaba, la carne llamaba, la herencia entera de una casta parecía hacerle la misma reverencia que el septuagenario hizo repentinamente.
_ Mejor, señor. _ dijo con respeto, inclinando la cabeza _ Por supuesto que mucho mejor, ahora que por fin se me ha otorgado el honor de unirme a mi raza.
El gesto de Ius se demudó por el asombro. Había esperado un nuevo craig confuso, alterado, hambriento, difícil de manejar, al que hubiera que explicarle la historia de la casta de una punta a la otra y de paso convencerlo de su deber para con sus hermanos de sangre, pero aquello no solo era inesperado sino también incomprensible. El conocimiento de la historia parecía estar ya en su cabeza y su compromiso había quedado implícito en unos segundos.
_ Un momento. _ reflexionó Ius _ ¿Me conoces?
_ Recibí seis años de esmerada educación en Cádiz, señor, en el colegio de las Hijas de Varya, de modo que no me ha resultado demasiado difícil reconocer al regente mi casta.
Ius dio otro paso hacia adelante, anonadado, incapaz de creer que fuera posible tanta perfección. Mientras, Siena era quien parecía cada vez más confundida.
_ ¿El colegio de las Hijas de Varya? _ increpó, sin saber si pensaba en voz alta o si en realidad intentaba interrogar a alguien.
_ Es una de las escuelas en las que preparamos a nuestros descendientes una vez que han cumplido los diez años. _ se apresuró a explicarle Selana, embriagada por el sentimiento de acierto y de triunfo _ Por eso sabe quién es y a dónde pertenece, ha recordado la educación que le dieron las Hijas de Varya.
Siena calló durante un segundo, evocando las memorias que aquel nombre le traía. Varya había sido la hermana del regente, una heroína de la Gran Rebelión y su respaldo en cada una de las batallas que libraron las Razas, pero luego del último combate había desaparecido sin dejar rastros.
Muchas eran las hipótesis sobre su ausencia. Unos decían que había muerto en la batalla, pero que Ius no había sido capaz de aceptarlo. Otros decían que el propio regente la había mandado a asesinar, porque no deseaba que una luchadora feroz le hiciera sombra en su gobierno. Lo cierto era que el nombre de Varya no se había mencionado en medio milenio en la Casa de la Noche, y ahora la Primera Oficial se encontraba nada menos que un homenaje al recuerdo de la craig.
_ Pero… _ la despabiló Ius con sus reflexiones frente al anciano sonriente _ ¿Cómo puede ser que recuerdes eso, al cabo de sesenta años?
_ No tengo idea, señor, pero guardo claramente en mi memoria hasta el último paso que di antes de morir. _ replicó el hombre en un tono en que cada palabra parecía un reconocimiento _ A propósito, señor, le agradezco ser el primer inmortal que ha hecho usted en quinientos años, intentaré estar a la altura del honor.
Ius dio varias vueltas alrededor de la habitación sin dejar de sonreír, tanto él como Selana parecían maravillados con un trabajo que por primera vez ofrecía no solo los resultados esperados, sino además los que nunca se habían siquiera atrevido a soñar. La combinación entre la herencia de los colmillos y la instrucción que los descendientes recibían en su juventud, hacía que los nuevos craig renacieran perfectamente adiestrados.
Era imposible pedir más.
_ Dime algo, anciano _ el regente se volvió de pronto, iluminado por un pensamiento repentino _ ¿Cuántos hijos tienes?
_ Tres, señor, y siete nietos hasta ahora. Todos educados bajo las normas de la casa craig.
La admiración de Ius pareció no tener límites esta vez mientras buscaba la mirada de Selana en espera de una explicación. La craig reía, incapaz de ocultar la felicidad que se derivaba de doscientos años de perseguir un objetivo que por fin se cumplía, en especial gracias a sus muchos esfuerzos.
_ Nunca descuidamos nuestro linaje, señor. La educación privada es muy cara en la actualidad, de modo que les ofrecemos estudios a los hijos y nietos de nuestros descendientes directos, así logramos que todos se instruyan en nuestros colegios hasta los dieciséis años.
_ Muy bien, muy bien Selana. Has hecho un trabajo increíble, la Casa de la Noche sabrá reconocértelo. _ le dijo volviendo a su paseo _ ¡Tres generaciones! ¡Es espléndido! _ y su próxima pregunta no tuvo rastros de preocupación porque estaba seguro de que la rectora tendría también eso bajo control _ Un momento… Selana, tenemos estos dos colmillos del anciano, producto de la transformación, pero ¿dónde están los primeros colmillos que perdió?
_ Archivados, catalogados y protegidos en una de nuestras casas de seguridad. Disponemos de todos sus caninos, de los caninos de sus hijos, y de casi todos sus nietos, a excepción del más pequeño, que solo tiene cuatro años y aún no muda los dientes.
_ ¡Magnífico! Quiero todos los registros de nacimientos de los últimos cien años en la Casa de la Noche lo más pronto posible. _ ordenó a la rectora _ Es imperativo contabilizar la cantidad de activos con que podemos contar.
Sin más ceremonias se dirigió a la puerta seguido por Siena, cuya actitud contrariada no había podido escapar de sus facciones. Afuera la noche se cerraba en nubarrones de tormenta, ni un solo rayo de luna lograba traspasar la cortina de nubes y no se escuchaba un solo murmullo alrededor de la casucha.
“La noche perfecta.” - Pensó Ius antes de girar a medias la cabeza para dar sus últimas instrucciones antes de partir.
_ Es una pena que no podamos celebrar de inmediato este logro con nuestros hermanos, pero tal y como han estado las cosas en los últimos tiempos, prefiero que lo mantengamos en secreto hasta que logremos construir el linaje que nuestra casta precisa. Por el momento, anciano, acompañarás a la rectora y junto a ella harás los arreglos pertinentes para que aprendas a luchar, tú y todos los nuevos craig que se nos unan a partir de ahora, no es suficiente con que te sepas la historia de nuestra raza, debes aprender también a defenderla.
_ Como ordene, señor. _ aceptaron al unísono Selana y el viejo, y Craig desapareció por la puerta con la misma impaciencia con la que había entrado.
Sobre las tejas rojizas, el cuervo graznó una última vez antes de levantar el vuelo y perderse en la oscuridad más absoluta.
Parque Natural Regional de Perigord-Limousin.
Francia.
Sobre los árboles de madera oscura y hojas desteñidas, el rugido de Khan sonó hosco y atronador, perseguido por el eco del bosque, más amenazante aún que el propio mandato.
_ ¡Detente! _ pero la chica no lo escuchaba _ ¡Lara, no voy a repetirlo, detente!
Sobre el colchón en el que se mezclaban las hojas caídas Lara corría como si le fuera la vida en ello, poseída de una ansiedad que ni ella ni los tigres lograban contener. Los animales se desplazaban con una marcha ligera y cautelosa paralelos a su trayectoria, aunque no se podía decir que la muchacha siguiera una trayectoria predeterminada. Avanzaba al parecer sin rumbo, confundida y ofuscada por una frustración que a cada momento se acercaba más a la ira que a la tristeza.
Más de una semana.
Hacía más de una semana que se había separado de Evelett y aún no lograba localizarla. Sabía que Evan y su hermana habían logrado escapar a tiempo, antes de que los cazadores llegaran a la posada. Silver Moon los había visto venir, unos veinte kilómetros al sur, mientras intentaban enseñar a Lara a atrapar animales de talla pequeña con cierta agilidad.
Cazar retrocediendo en el camino recorrido había resultado una buena opción, eso les permitía avizorar contingencias como la aparición de los sorian. Pero ni por mucho que se esforzara en ese momento hubiera llegado al pequeño motel antes que sus perseguidores. Mientras resbalaba por el borde de los trillos al margen de la carreta, todo su pensamiento se había concentrado en Evelett, en el peligro tan grave que corría sin ella o los tigres para protegerla. Evan no era más que una especie de nana y en un enfrentamiento contra los cazadores sería menos que inútil para salvaguardar la vida de la niña.
“¡Evan!” - Si tan solo hubiera habido una forma de avisarle del riesgo que sufrían, si tan solo se le hubiera ocurriera largarse del maldito motel, si tan solo hubiera sabido que los habían encontrado. - “¡Evan!”- Pero antes de franquear los próximos quinientos metros Lara se había detenido. Pudo sentirla, en cada uno de sus huesos, en lo más hondo de su conciencia: la respuesta de Evan, como un susurro de Evelett que le llegara en uno de sus más profundos sueños.
_ No lo haré. _ dijo en un tono apenas audible. No se demoraría en encontrarlos.
Cambió la línea de sus pasos con precipitación y se dirigió a lo más intrincado del área boscosa que rodeaba la carretera, seguida de cerca por lo tigres, que no necesitaban preguntar. Era evidente que Lara estaba tomando una decisión crucial y era preferible secundarla a contradecirla, siempre que con ello no la pusieran en riesgo.
Después de media hora de marcha ininterrumpida Lara se había detenido para tomar un breve respiro, dándoles oportunidad a los animales de conocer el motivo de su huida.
_ Estarán bien. _ murmuró _ Evan salió del motel. No se detendrá hasta que yo los encuentre.
Khan arqueó una ceja sin poder ocultar su confusión.
_ ¿Cómo estás tan segura?
_ Evelett me lo dijo… sé que suena extraño, pero la escuché, como si me susurrara, y creo que Evan también pudo escucharme… ellos estarán bien.
Silver Moon jadeó por un segundo el cansancio de la carrera y se dejó caer pesadamente al suelo, meditando sobre las palabras de Lara. En sus ya muchos siglos no recordaba haber oído nada como lo que ella describía. La comunicación a través de una pequeña humana… En el tiempo que habían convivido, ni Khan ni Silver Moon habían percibido algo tan especial en Evelett, pero también era cierto que en apariencia Lara tampoco poseía características especiales, a excepción de una rabia pura, contenida, que amenazaba con romperla cada vez que se desataba. Como ahora.
_ ¡Lara! _ la voz de Silver Moon tampoco lograba reconciliarse con tonos más amables _ ¡Debes detenerte ahora! ¡Te vas a lastimar!
Pero la muchacha parecía no escuchar más allá de los crujidos de las raíces al romperse bajo la fuerza de sus pisadas. Rastrear a su hermana había sido más difícil de lo que imaginaba. Los tigres se habían rehusado a ayudarla, argumentando que debía aprender a hacerlo sola, y ¿qué mejor ocasión que aquella, cuando volver a ver a la niña dependería solo de sus habilidades, para aprender a rastrear?
Su paciencia se había puesto a prueba durante los últimos seis días, avanzando y retrocediendo a lo que ella consideraba paso de tortuga comparado con la velocidad de la camioneta de Evan y sobre todo, comparado con la velocidad de persecución de los cazadores. Aún no estaba lista, aún no era lo suficientemente capaz de seguir el olor por sí misma, aún no lograba distinguir por completo las huellas en donde se había estacionado Evan de las huellas de los demás autos; y cada vez se alejaba más del Tercer Descendiente y de su hermana.
Esa mañana, por fin, su ecuanimidad había tocado el límite y luego de seguir el rastro hasta una encrucijada, se había aventurado en una desenfrenada carrera, cortando el bosque en medio de las dos posibles vías, alejándose de cualquiera de los caminos que la camioneta podía haber tomado.
Los tigres la siguieron con la alarma retratada en los felinos rostros, preocupados por un estado que, sospechaban, sería sumamente azaroso y temerario en Lara. El equilibrio roto por la urgencia de hallar a Evelett, la tensión distendida en el filo de sus uñas, y un ímpetu que no le permitía responder a las peticiones y mucho menos a las exigencias de los animales… esa concentración se acercaba demasiado al descontrol.
_ No se detendrá _ se apresuró a advertir Silver Moon _ ¡Derríbala!
Khan se adelantó con determinación, alineando su carrera a la de la muchacha y preparándose para saltar. Cada paso era una danza entre la madeja de árboles, intentando evitar raíces, cortezas, ramas. El animal aprovechó la coyuntura que le ofrecía un tronco centenario y apoyó las patas traseras, impulsándose y manteniendo las garras retraídas para no lastimarla. Su cuerpo giró en el aire y cayó sobre Lara como una mole blanca.
El pecho cuadrado y musculoso de Khan rozó su espalda, forzándola a salir de su abstracción y de su ruta, pero ella fue más rápida. Su cuerpo dio la vuelta, cayendo sobre el costado derecho del tigre, y siguió rodando hasta ponerse de nuevo en pie. Aferró las uñas al madero más cercano y lanzó todo su peso hacia adelante, reanudando la marcha acelerada que llevaba.
El choque no fue más que un leve tropiezo que no llegó a distraerla.
Ahora más que nuca parecía una cazadora, absorta en la euforia de la persecución e incapaz ya de contener su ánimo. Indetenible. Violenta. Inestable. El aro negro creciendo inminente alrededor del iris, los colmillos desarrollados y furiosos, los cabellos de un rojo tan vivo que parecía que incendiaría las hojas al pasar. Lara era la imagen viva de una fuerza voluble y arrasadora, y ni siquiera los tigres estaban enteramente seguros del alcance de su poder cuando este se salía de control.
_ ¡Khan! _ Silver Moon gritó por última vez _ ¡Derríbala! ¡No importa cómo! ¡Ya sanará!
“¡Exacto, lo que me preocupa es cuándo sanaré yo de las heridas que me haga!” - Pensó el animal antes de lanzarse de nuevo sobre ella con la intención de echarla por tierra, o al menos de atraer su interés por un segundo hacia cualquier otra cosa que no fuera Evelett o los sorian.
Pero cada tentativa se frustraba casi antes de comenzar. Lara era rápida. Era un hecho indiscutible, ágil como una gacela al borde de la muerte y por desgracia para los felinos, tan ligera también. La levedad de su cuerpo le permitía sortear las embestidas de Khan, jugando con su peso entre el zigzagueo de los enormes árboles.
El tigre podría haber llegado a sentirse en extremo orgulloso, de no ser porque aquella presteza representaba un obstáculo difícil de salvar y sobre todo, una habilidad poco oportuna en aquel momento. Era una suerte que la floresta estuviera libre de campistas o viajeros, de lo contrario se hubieran traumado ante el panorama de dos tigres persiguiendo a una chica a la que no lograban alcanzar.
El follaje relucía con sosiego bajo el efecto de una brisa casi inexistente. Lara lo sentía pasar sobre su cabeza, suave, lento, como las nubes de verano, desplazándose sin prisa, café, dorado, a veces rojo. El inicio de la primavera pronto motearía el bosque de tonalidades cálidas y podría sentirla en los huesos, las hojas respiraban con ella, se movían libres y sencillas.
Apoyó otra vez la mano sobre el tronco de un arbusto y sintió crujir la corteza bajo sus uñas. No había nada detrás, ni alrededor, solo ella y la madera, ella y la fronda. No había tigres, no había camioneta, no había rastro, solo Evelett y rabia, rabia y sus colmillos, Evelett y sus uñas en la madera, rabia y sus fosas nasales ensanchándose, Evelett y un claro adelante, en tonos grises, que anunciaba el final del bosque.
Quinientos metros hasta el claro y Khan volvió a saltar, a la nada otra vez, mientras la tigresa rugía su frustración.
Trescientos metros hasta el claro. Lara no sintió el árbol derribarse casi sobre su espalda.
Cincuenta metros hasta el claro, treinta y cinco, quince, diez…
El salto de Lara fue limpio y grácil, tierno hubiera podido decirse, como el retozo del ave que sale del huevo luego de batallar por ello durante horas. La diferencia radicaba en que el aspecto de la chica estaba lejos de igualar la fragilidad de un polluelo. De pie sobre la carretera plomiza esperó, por fin estática, esperó. Con la misma euforia corriendo por su sangre y sin tener una mínima idea de cómo controlarla.
Los animales se detuvieron a su lado, al borde del camino, interrogándose con la mirada las reacciones encontradas de la chica.
_ Están aquí. _ intentó susurrar Lara, pero su voz salía metálica y hosca _ Lo siento, no sé cómo parar… Están aquí.
De las palmas de sus manos goteaba sangre, no era de extrañar después de los árboles que había derribado en el camino. Aquella inmovilidad que su mente ordenaba parecía costarle un esfuerzo al que su cuerpo no era capaz de responder.
_ ¿Quiénes? _ preguntó Khan _ ¿Quiénes están aquí?
_ Evelett… Evan… ¡Lo siento, no sé cómo parar…!
Silver Moon no esperó otra explicación, ya era un regalo el hecho de tenerla quieta por su propia voluntad. Si ella no era capaz de controlarse para eso estaban sus Mensajeros. Lanzó un zarpazo deliberado a la cabeza de Lara y la hizo rodar por el suelo al borde de la carretera. Antes de que pudiera siquiera incorporarse ambos animales se tendieron sobre ella, Khan intentando contener su torso y sus brazos y la tigresa bloqueando sus piernas.
El alarido de la muchacha retumbó sobre el follaje y espantó a una bandada de pájaros, que levantó el vuelo despavorida. Bajo el peso descomunal de los tigres se contorsionaba, intentando escapar, batallando, mordiendo y arañando lo primero que se le ponía al alcance, pelaje, hierba o asfalto.
_ ¡Contrólate! _ ordenó Silver Moon, insegura de que Lara fuera a escucharla, pero esperanzada de que cuando le faltara el aire se relajara, tal como había sucedido hacía tiempo con el sorian.
El ruido de llantas rodando sobre el camino hizo reaccionar a Khan de inmediato. No era saludable que un transeúnte los viera, un par de tigres blancos no hacían nada sueltos en plena Francia. Pero cuando el auto dio el último giro en la enrevesada carretera, Silver Moon comprendió por qué Lara aseguraba que estaban allí.
La camioneta color plata se detuvo a veinte metros y Evan se bajó de un salto, sorprendido y alarmado por la lucha que parecía sostener la muchacha para sacarse de encima a los animales. La niña venía dormida en el asiento trasero y Evan intentaba reforzarle el sueño con una música instrumental que era capaz de adormecer a un león furioso.
_ ¡Los encontró! _ la voz de la tigresa dirigiéndose a Khan llevaba incredulidad y hasta un poco de azoro _ Y no solo los encontró, sino que se les adelantó en el camino.
_ Es una buena rastreadora. _ aseguró Khan orgulloso, soportando con estoica inmovilidad las dentelladas que Lara le lanzaba a las paletas.
_ Pero no parecía que rastreaba hace un segundo, parecía haber enloquecido más bien. ¿Viste cómo sus uñas y sus colmillos se distendieron, viste el aro negro en sus ojos? Un rastreador es frío, reflexivo, ella solo es… emocional, ¡estúpida chiquilla!
Los pasos inseguros de Evan al acercarse llamaron la atención de los felinos. El joven era inútilmente precavido, de haber sido su intención los tigres ya lo habrían hecho pedazos antes de que diera el primer paso alejándose de la camioneta, pero el Tercer Descendiente no podía dejar de ser cauteloso.
_ ¿Algo por lo que deba preocuparme, chicos? _ fue la única pregunta de Swels mientras Lara seguía debatiéndose debajo de ellos.
_ No, solo está descontrolada. _ aseguró Khan _ Vuélvete al auto y no dejes que Evelett despierte, no creo que a Lara le guste que su hermana la vea así.
Él obedeció de inmediato y cerró las puertas con seguro.
_ Y así va a defenderse de una cazadora que un par de tigres no han logrado someter. _ se burló la tigresa.
Pero sus reflexiones fueron interrumpidas. Tal como había supuesto, el peso doble, suyo y de Khan, comenzaba a asfixiar a Lara. Su respiración se hacía entrecortada y sus movimientos más lentos y pesados, hasta que los caninos empezaron a retraerse poco a poco.
_ ¡Sal de encima de mí, vaca! _ protestó finalmente _ Si me matas después vas a tener cargo de conciencia.
_ Vaya _ murmuró la hembra _ ¡Qué buenas primeras palabras! Síntoma de que ya no eres una asesina desquiciada.
Y se levantó, instando al macho a que hiciera lo mismo.
_ ¿Ya estás bien?
_ No, me duele hasta el último de los huesos… pero gracias por eso. Espero que sea la última vez que merezco que me aplasten.
La tigresa movió la cabezota en una resignada negativa y se acercó a acariciar con la lengua áspera y mojada el rostro de Lara. A pesar de todo, seguía siendo su niña.
_ No te preocupes, te aplastaremos cuanto sea necesario. Y ahora anda a ver a tu hermana, más tarde hablaremos de esto con tranquilidad.
La muchacha se levantó despacio, sintiendo cómo sus huesos crujían después de cada gesto. Soportar ochocientos kilogramos sobre su espalda era más de lo que su furia podía resistir. Mientras se aceraba al auto, adolorida y extenuada, Evan salió a darle la bienvenida al mundo de los cuerdos.
_ ¿Por qué te has demorado tanto? _ increpó, pero su reproche murió al punto, mientras adivinaba en los ojos de Lara la pequeña línea negra que anunciaba problemas. No estaba precisamente dispuesta a aceptar regaños _ Di-digo… ¡qué bueno que por fin nos encontraste, ya estaba comenzando a preocuparme!
El semblante de la chica pareció relajarse un tanto, pero Evan podía sentir aún las vibraciones de su mal humor debajo de aquel aparente sosiego. En una semana el carácter de Lara se había hecho más sombrío e indescifrable de lo que solía ser. Sin responder se subió a la camioneta, al asiento que antes ocupara él; y el Tercer Descendiente se apresuró a ocupar el sitio del copiloto. Con semejante tormenta en el rostro ella era muy capaz de dejarlo tirado allí mismo, en medio de la nada.
Dos horas y ciento ochenta kilómetros más tarde, el auto se detuvo frente a una posada silenciosa y casi vacía. Los tigres los siguieron bordeando el camino, resguardándose en la oscuridad de la fronda hasta que llegara otra vez el momento de cazar.
La cena fue de todo menos tranquila. La alegría de Evelett por volver a ver a su hermana sobrepasaba los límites de la buena educación, amenazando con sacar de quicio al resto de los aburridos comensales.
_ ¿Y sabes qué más hemos hecho? _ le dijo a Lara después de narrarle atropelladamente las peripecias de los últimos siete días _ ¡Hemos leído un libro nuevo! Se llama “El Señor de los Anillos”, y es laaaaaargo. Le he leído yo un poco a Evan y él me ha leído un poco a mí. ¡Y ya casi lo hemos terminado!
_ ¿En serio? _ inquirió su hermana divertida _ ¿Y te ha gustado?
_ Si, pero me gustó más otra historia que Evan me contó. _ le respondió con acento misterioso.
Lara le dirigió una mirada llena de intriga al Tercer Descendiente. Resultaba extraña la forma en que aquellos dos habían hecho amistad, en especial teniendo en cuenta que Evan seguía pareciéndole a Lara un desalmado crónico.
_ ¿Sí? ¿Qué historia es esa?
_ Me ha dicho que Khan y Silver Moon pueden hablar. Yo le dije que está loco, pero igual sería genial que fuera cierto.
Swels se puso pálido mientras rehuía los ojos de la muchacha. Tomó una servilleta de la mesa y se apresuró a escribir en ella una precipitada justificación.
“Intenté allanarte el camino de contarle la verdad. Lo ha asimilado bien, no lo eches a perder.”
Lara respiró profundo y se levantó de la mesa, dejándole la tarea de pagar la comida y llevar las cosas de todos a la habitación.
_ Dime entonces, preciosa. _ murmuró cargando a Evelett y llevándola afuera a dar un paseo _ ¿Te gustaría poder hablar con los cachorros?
_ ¡Por supuesto! No todas las niñas de mi edad tienen unas mascotas así de increíbles.
Las dos rieron alegres mientras entraban en la habitación donde descansarían. Las últimas noches Evan y la pequeña habían dormido poco y siempre en el auto, intentando mantenerse en movimiento, y Lara no había dormido nada. El aseo de Evelett fue rápido y agradable y la niña se quedó dormida apenas posó la cabeza en la almohada, sin acordarse de nuevo del famoso libro y menos de los fantásticos tigres.
Con un agotamiento indecible golpeándole el cuerpo, la chica aprovechó para tomar un baño caliente y reparador, salió con el cabello mojado y la expresión agotada de quien padece de insomnio, pero enseguida reparó en la figura de Evan, atento detrás de una de las ventanas. La decisión de compartir el cuarto obedecía más a una necesidad de protección que a un gusto; gracias a los ancestros o a quien fuera, él había sido bastante hábil para mantener a Evelett a salvo.
Se sentaron uno frente al otro, dejando en medio una mesilla que fungía como centro de la estancia, y el millonario se sirvió en un vaso de cristal un poco de brandy de una botella que a ella le pareció bastante cara, una de las pocas cosas que había sacado de la casona antes de irse.
_ ¿Estresado? _ preguntó Lara con acento feliz.
_ Y muerto de miedo. _ aseguró Evan, llevándose el vaso a los labios. Ella arqueó una ceja, confundida. No era usual que un hombre reconociera con tanta naturalidad que estaba asustado, aunque era muy consciente de que tenía sobrados motivos para temer _ Después del segundo día, cuando no apareciste, creí que ya no nos volveríamos a ver. Y como comprenderás, no me hallaba criando solo a una niña de seis años.
_ Pues te las has apañado. _ lo reconfortó _ Evelett no solo está bien, sino que se ve muy contenta. ¿Te ha supuesto mucho trabajo cuidarla?
_ No, para nada. Creo que ha sido más trabajo para ella enseñarme cómo se supone que debo cuidar a una niña de su edad. Me dijo que me matarías la primera vez que le permití cenar únicamente helado.
_ ¡Evan! _ lo regañó Lara _ Se supone que los niños deben cenar algo nutritivo.
_ Sí, eso lo sé ahora, _ se quejó él con acento infantil _ y juro por los ancestros que desde entonces solo le he permitido cenar carne y verduras. El helado no ha sido más que postre.
Bebió otro trago con actitud ceremoniosa mientras la muchacha contemplaba el rostro calmado y feliz de Evelett. Parecía como si la locura de las últimas semanas, la perdida de sus padres y el viaje ininterrumpido no hubieran hecho mella en su espíritu. Evelett era fuerte.
_ Creo que te está tomando aprecio.
A Evan se le ensombreció el rostro. Él también estaba lidiando con esa sensación sin saber cómo asimilarla. Era lo más común siendo el caso que nunca había tenido que estar tan pendiente de alguien más que no fuera de sí mismo. Evelett lo necesitaba, y a falta de Lara era la única persona que podía encargarse de ella.
_ Es difícil no quererla. Es una niña muy inteligente y muy especial. _ se quedó pensativo por un segundo, y cuando sus ojos se encontraron con los de Lara supo que habían recordado el mismo episodio: su huida de los cazadores.
_ ¿Cómo lo supiste? _ preguntó ella concentrándose por entero en el rostro de Evan, que parecía esforzarse por darle un poco de lógica a lo que iba a contar _ ¿Cómo supiste que estaban en peligro?
_ Evelett me lo dijo. Yo… escuché tu voz, llamándome, pero sabía que estabas muy lejos. Y cuando miré a Evelett me di cuenta de que era ella quien me hablaba. Estaba dormida, pero juraría que su voz era la tuya. Ahí comprendí que algo no iba bien. La metí en el coche y escapé a toda velocidad.
_ Yo también la oí, _ continuó Lara _ la escuché, pero sabía de alguna forma que las palabras eran tuyas.
Ambos estaban contrariados cuando sus miradas volvieron a chocar. Él bebió otro trago, negando mentalmente de cuando en cuando alguna descabellada hipótesis que le pasaba por la cabeza.
_ ¿Cómo pasó? ¿Cómo pudimos comunicarnos así?
_ No lo sé. Evelett es mi hermana, para mí siempre será alguien especial, pero no sé hasta qué punto sea “especial” en el sentido en que nosotros lo somos. Por desgracia, así como tengo memoria, me falta experiencia. Siento que soy neófita en todo lo que respecta al mundo de la noche.
_ No te preocupes _ la consoló él _ En cuanto encontremos a Moyra sabremos por qué ha ocurrido esto. Es una mujer sabia, estoy seguro de que podrá explicarnos. Mientras tanto, Evelett ni siquiera se dio cuenta de eso.
Lara se incorporó y dio una vuelta por la habitación, deteniéndose con ansiedad frente a la ventana, escrutando la noche con ojos y oídos, intentando sacar de su mente ideas más inquietantes.
_ ¿Qué ocurre? _ murmuró _ ¿Lara, qué pasa?
_ ¿Crees que demoremos mucho en encontrarla?
_ No lo sé, la verdad es que tengo la esperanza de que nos encuentre ella primero.
Pero el rostro perdido de la muchacha seguía preocupándolo. Lara dudaba, Lara no era más que una niña de dieciocho años que se había visto envuelta en una contienda que no era la suya, que apenas lograba comprender, y de la que no sabía salir. ¿Cómo podía él transmitirle su fe, su convicción, su hacer lo que fuera necesario hacer?
_ Puedes hablar conmigo. _ la animó _ Te debo la vida, puedo aceptar lo que sea que sientas…
La respuesta pareció demorar infinitamente. Evan no era el amigo con el cual le resultara agradable compartir sus cavilaciones, pero no había nadie más. Era el sentimiento más frustrante que había experimentado. Ahora solo estaban Evelett, Evan y ella, no había nadie más. Perseguidos, desterrados, y juntos por una inminente necesidad de cuidarse los unos a los otros. No había nadie más.
_ Me debes la vida, y todas las posibilidades de tu muerte en un futuro cercano.
_ No me importa. Esta fue mi decisión y debo vivir con ella. Pero sé que tú no elegiste esto. Yo te obligué y por desgracia no soy el único que tiene que vivir con eso.
Lara volvió a sentarse, arrebujándose en una manta mientras su semblante entristecía de una forma que asustó a Evan. Desafiante, rabiosa, violenta, terca, sí; pero ¿triste? era un estado de ánimo que desconocía en ella.
_ No te halagues tanto, hubiera acabado en este mundo de todas maneras, más tarde o más temprano.
_ ¿Por qué lo dices?_ Swels le acercó el vaso de brandy sin estar muy seguro de que hacía lo correcto.
_ Antes de conocerte, _ bebió _ me enamoré de alguien. Es una criatura de la noche, y creo que de cualquier forma hubiera terminado convertida en una yo también… solo que hubiera nacido conociendo un solo lado de la historia, y jamás habría sabido la verdad.
Evan le quitó el vaso de la mano con ademán delicado, al tiempo que se acuclillaba frente a ella. No era amigo de la confraternización, pero la historia prometía solventarle una duda que lo atenazaba desde que salieran de la mansión de Craig.
_ El Comandante ¿verdad?
_ El Comandante. _ asintió Lara _ El Comandante Dominic Frey.
_ ¿Sabías que era una criatura de la noche?
_ Sí, lo supe siempre, y realmente no me importó, hasta que me dijeron que los sorian no tenían permitido tomar pareja. _ un suspiro airado se le escapó del pecho _ Y cuando vi, cuando supe que eso no era cierto, que solo era una estrategia de Ius para mantener bajo control el número de cazadores, la verdad ya no importó. Para ese entonces no era más que un soldado del regente y el encargado de cazarnos.
_ Lara, no entiendo cómo…
_ No hay nada que entender, _ lo cortó _ y tampoco es discutible. Nada más… no te culpes demasiado por algo que tal vez habría pasado de todas formas.
_ ¿Hubieras preferido que te convirtiera él? ¿Serías más feliz sabiendo sólo una cara de la verdad?
Lara tomó otro sorbo que le quemó la garganta y le calentó cada trozo del cuerpo.
_ Hubiera preferido no conocer a ninguno de los dos, ni a ti ni a él, pero al parecer era esto lo que me tocaba vivir, el mundo de la noche… ¡lo detesto! ¡La verdad no es un consuelo y este no es el lugar donde quiero estar!
_ ¿No has pensado que quizás este sea tu destino? Ser la Madre. No es sencillo, pero tal vez es lo que debes hacer.
La chica sonrió con agotamiento. ¡Qué fácil resultaba insultar al león desde el otro lado de los barrotes de la jaula! Por muy fuertes que fueran las creencias de Evan, Lara estaba lejos de sentirse igual. A ella no le habían inculcado desde niña aquella misión, nunca antes de Dominic había tenido ni remota idea de que existía en la Tierra algo diferente a los humanos comunes.
_ Lo siento, pero yo no tengo tu compromiso. A veces me asusta la convicción que tienes, la fe tan grande que le profesas a tu causa, porque eso no sucede conmigo, soy algo que no debería ser, y no creo estar lista para cumplir el papel que quieres darme dentro de las Razas.
Evan se sobresaltó. Lara no podía claudicar ahora, no cuando por fin tenían el milagro que los stark y los Terceros Descendientes habían esperado por más de medio siglo.
_ ¡No es el papel que quiero darte, Lara, es el que tienes! Eres la Madre, has visto lo que ella vio, has comprobado en ti misma el sufrimiento de las Razas. Has sido arrojada fuera de tu hogar, lejos de tus amigos, condenada a escapar por órdenes de Ius ¡Prometiste matarlo!
_ ¡Evan, por favor! _ la muchacha se puso de pie, con la voz airada y sombría _ ¡Quiero matar a Ius porque me usó, porque quiere matarme, y porque Dominic no movió un dedo cuando él decidió mi suerte! Pero sobre todo quiero matarlo porque estoy furiosa, y la cólera que siento me domina más de lo que mi racionalidad logra hacerlo. ¡Pero eso no quiere decir que esté comprometida con esa causa que tanto defiendes! ¡Estoy huyendo, no luchando! ¡Y quiero encontrar a Moyra porque tengo la esperanza de que me ayude a salir de esta locura, no porque pretenda permitirle que me erija como un pedestal sobre el que pueda hacer su guerra!
_ Cálmate, tranquila, cálmate. _ los gestos alterados y aquella frustración desencadenada estaban prontos a despertar a Evelett _ No pasa nada, es lógico que te sientas así, aunque en verdad espero que cambies de opinión algún día.
_ No creo que pueda cambiar, Evan. ¡Ni siquiera soy capaz de controlarme a mí misma! Asesiné a mis padres, con razón o sin ella, los asesiné y mi hermana no me lo perdonará si llega a enterarse alguna vez. Hoy lastimé a mis Mensajeros y tengo terror de lastimar a Evelett. ¡No soy una persona, soy un animal salvaje y a veces ni eso, a veces ni soy dueña de mis propios actos!
Evan se levantó y la asió por los hombros, deslizando sus manos arriba y abajo por los brazos de la muchacha, intentando tranquilizarla. Era imposible pedirle más. Después de todo, bastante bien había asimilado ya el hecho de que la mitad de las fuerzas del Concejo estuvieran dándole caza. Era una suerte que a pesar de todo aún conservara la cordura.
_ ¡Escúchame! Lara, todo estará bien. Sé que no es suficiente con que yo te lo diga, pero confío en ti, Evelett confía en ti. Y antes de que sigas dudando creo que hay algunas cosas que necesitas saber, aunque no estoy muy seguro de que vayan a gustarte.
Le acercó de nuevo el vaso de brandy y ella bebió con determinación cansada.
_ Habla.
_ La última noche que estuvimos en la Villa de las Mercedes me confesaste algo. Me dijiste que tu madre te había abandonado en una mina de carbón cuando tenías cuatro años… _ Evan respiró hondo para tomar valor _ yo ya lo sabía.
_ ¿Cómo?
_ No te elegí tan al azar como quise hacerte creer. _ continuó él _ durante años estuve buscando sucesos extraños relacionados con las criaturas de la noche, y qué más extraño que una niña que sobrevive sola durante dos semanas en la oscuridad de una mina de carbón. Tu supervivencia fue mi milagro, y verte imponer tu dominio sobre los tigres fue mi carta de confirmación.
_ Evan ¿qué estás diciendo…? _ la voz de Lara se hizo temblorosa de pronto.
_ Supe que eras diferente, no me preguntes por qué pero es un instinto, podía sentirlo en mis huesos aunque no podía explicar por qué la hija de dos simples humanos como Hatch y Emma podía llevar tanta oscuridad dentro de sí.
La muchacha se dejó caer en la silla respirando con dificultad mientras el millonario volvía a arrodillarse frente a ella.
_ Evan… Emma no era mi madre.
_ ¿Qué…? No puede ser. Investigué a tu familia y estoy seguro de que eso no salió a la luz en ningún momento. _ murmuró él intentando hacer memoria.
_ Ella misma me lo confirmó antes de que la matara. _ gruesas lágrimas le corrieron por las mejillas. _ Me dijo que no me quería porque era rara y la asustaba en las noches… me dijo que solo Hatch sabía quién era mi madre.
Swels contuvo la respiración. Quizás de eso se trataba todo, quizás Lara no era la humana ordinaria que Ius había querido ver, pero aun así la verdad no era un consuelo para ella, la verdad la torturaba de una manera que él jamás había visto, la hacía vulnerable de una forma que él no podía soportar. Se dijo que sería una vez, solo una vez, y dejando a un lado el cinismo con que solía investirse la atrajo hacia sí para abrazarla.
_ Lo siento. _ murmuró contra sus cabellos mientras la estrechaba con fuerza _ Lo siento de veras pero esto es una buena noticia, significa que estás menos sola, significa que estás más cerca de saber quién eres. _ tomó su rostro entre las manos y la obligó a mirarlo _ Si me lo permites puedo pedirle a Hobin que investigue más sobre tu padre, no necesitas quedarte con la duda respecto a esto.
_ ¿Hobin? _ la mención del abogado hizo que Lara reaccionara. Alejó con suavidad las manos de Evan y se levantó de la silla dándole la espalda _ ¿Has logrado contactarlo?
_ Sí, hace dos días. El viejo se escondió bien pero el dinero mueve montañas. Dentro de poco vas a tener en regla todos los documentos de tutoría de Evelett, y los de nuestro divorcio.
El rostro de Lara se iluminó en un instante. Era una preocupación que Evan le restaba en un momento en que cada minucia parecía agobiarla.
_ ¿Cómo… cómo es eso?
_ Hobin me esperará en Flandes, todavía no sé con exactitud dónde, pero allí será. En unas semanas quedará todo dispuesto ¿Eso no te hace feliz?
_ Me tranquiliza, _ suspiró ella _ y mucho.
_ Bien. ¿Quieres que le mande a investigar más sobre tu padre?
Lara dudó por un instante, pero de cualquier manera no tenía nada que perder.
_ Te lo agradecería.
_ Entonces no se hable más. Aprovecha y duerme un poco, necesitas descansar. Yo vigilaré un rato todavía.
Lara aceptó el consejo con un asentimiento imperceptible y fue a acostarse junto a Evelett, que dormía a pierna suelta, sonriente y fresca. Él dio otro recorrido por el cuarto y se acercó a la ventana, investigando por entre las rejillas el más leve movimiento en el exterior, hasta que sintió la respiración de la chica regularizarse en un ritmo calmoso y exhausto.
La noche convidaba al descanso, el cielo estaba despejado y con el silencio de la carretera se escuchaba hasta al último de los insectos que decidía chillar en los alrededores. Apartó el cobertor de la segunda cama matrimonial de la habitación y se dispuso a acostarse, cuando percibió algo que le puso los cabellos de punta y mandó un escalofrío a recorrerle la espalda: a menos de un metro de distancia, Lara soñaba.
Evan se abalanzó sobre la niña con aterrorizada precipitación y la sacó de la cama donde su hermana dormía con un sueño pesado y convulso. Lanzó algunas mantas sobre la tina oval, ya seca, y acomodó a Evelett dentro, encerrándose los dos en el cuarto de baño.
Al otro lado de la puerta, las uñas de Lara cortaban silenciosas las sábanas y se hundían en la colchoneta; mientras por entre sus distendidos colmillos, sutiles gemidos prometían muerte y devastación.
París
Paris se escuchaba bullicioso y alegre. Las personas acudían a las calles por docenas y a los mercados por cientos, enrolados en la agitada vida de toda gran urbe. La ciudad era un hervidero de turistas, cámaras fotográficas, y largas filas para entrar a los museos y cafés. Tal vez por eso Sean había decidido que era el mejor lugar para que el Concejo se reuniera en secreto y a la vista de todos. Nadie imaginaría que ocho transeúntes que paseaban distraídamente por el borde del Sena a pleno día, en un tranquilo distrito en las afueras de Paris, eran nada menos que los miembros más distinguidos de las Razas de la Noche y sus oficiales más devotos.
El diminuto grupo llevaba ropas modernas y juveniles, incluso los más ancianos vestían con holgura y colorido, una imagen por cierto muy lejana de la que Lara había visto en el salón del Concejo. Pasaban por simples turistas y eso era precisamente lo que todos deseaban, porque significaba que pocos se fijarían ellos.
Les Rives de la Courtille era un pequeño restaurante en las cercanías de la ciudad, erigido a las orillas del río, en Ile des Impressionnistes. Sus dos pisos de madera ofrecían no solo una vista espectacular, sino un ambiente sereno y agradable en medio de una atmósfera pintoresca. Era el sitio ideal para que la camarilla de alegres personajes tomara asiento y disfrutara del río y de un café, mientras Sean les contaba los motivos de su repentina petición de reunirse fuera de la Casa de la Noche.
El runier fue el primero en llegar, reservando una mesa amplia del segundo piso para sus invitados y ordenando la cortesía del desayuno para todos. Los ancianos llegaron juntos, sosteniéndose el uno al otro como una vieja pareja de enamorados, aunque nada más lejos de la verdad. Larou y Lú estaban unidos por la edad, por una experiencia que los hacía venerables y sabios, pero nada más.
Con ellos se presentaron dos hombres jóvenes y fornidos que Sean reconoció al instante: los Primeros Oficiales de las razas huésped. Henryk era descendiente de Larou por línea directa y el encargado de sustituirlo en la rectoría cuando el viejo decidiera por fin entregar su cayado de mando. Había nacido pocos años antes de la Gran Rebelión, de modo que casi todo lo relacionado con ella le era ajeno, pero vivía eternamente preocupado por el escaso número de miembros de su casta, y su exterior adusto contrastaba de manera inexplicable con la suavidad de sus gestos y con su carácter jovial, conocido solo por las criaturas que le eran más cercanas.
Stefano era mucho más joven, no debía tener más de cien años, pero aun así Lú lo había elegido como Primer Oficial. Su corpachón de ciento noventa centímetros de altura llegaba a impresionar, pero no era eso lo más peligroso en él. A diferencia del resto de su raza, su toque era casi mortal. Los nihil tardaban años en drenar la vida de una persona, mientras que en apenas cinco minutos él podía dejar al hombre más fuerte sin una gota de energía vital. Stefano tocaba para matar y los más viejos decían que esa capacidad solo se había visto en otra criatura de su raza, Lucio, el único hijo de Lu que había muerto durante la Gran Rebelión. De cualquier manera, debajo del rostro recio se adivinaba un instinto reflexivo y letal, y nadie lo llamaba por su nombre, para todos era el Portugués.
Nanybell hizo acto de presencia en medio de su algazara característica. Parecía que ni siquiera cuando las cosas debían hacerse con prudencia la pequeña mantri podía resistirse a estar feliz. Tenía el carácter más jovial que Sean había conocido y su Primera Oficial, Emily, estaba cortada por la misma tijera. Pequeña y sutil, de cabellos cortos y dorados, la muchachita no aparentaba ni remotamente los casi cuatrocientos años que tenía.
Ambas saludaron con ademanes respetuosos y grandes sonrisas, y se sentaron junto a los ancianos mientras disfrutaban del primer café de la mañana. Sobre la baranda, apenas a unos pasos de la mesa, un cuervo negro, de plumaje brillante y ojos inteligentes, graznó su participación en el cónclave secreto. Sean le hizo una señal de que era seguro transformarse y en un par de segundos Grum se posó en el tablado y se estiró cuan largo era.
El Primer Oficial runier se sacudió algunas plumas oscuras que le habían quedado sobre las ropas y se incorporó a la reunión. El hombre era pequeño y rechoncho a primera vista, pero en el ancho de sus hombros se adivinaba una fortaleza demoledora. Sus cabellos, de un azabache tan lustroso como las plumas de su arquetipo animal; sus ojos, tan suspicaces como los del cuervo.
Grum se estiró con parsimonia, hacía ya muchos días que no cambiaba de forma y la humanidad le quedaba un poco holgada. Todas las miradas se dirigieron hacia él. Sabían que era quien traía las informaciones inquietantes por las que Sean los había convocado a una junta extraordinaria, donde no estuviera presente Ius o ningún otro miembro de la Casa de la Noche.
_ Disculpen, por favor, la precipitación de este encuentro. _ dijo el rector de los runier cuando todos estuvieron atentos _ El motivo por el que los he convocado es simple: imagino que a ustedes, como a mí, les ha llamado particularmente la atención la inapropiada actitud de nuestro regente hace algunas semanas.
_ ¿Inapropiada? _ lo interrumpió Nanybell _ ¿Así es como le llamas al hecho de que nos acorraló con más de cien soldados y pasó por alto nuestra opinión?
_ Sosiégate, Nany. _ Larou la reprendió con la misma delicadeza de siempre _ Deja que Sean nos diga por qué nos ha traído aquí. Luego podrás quejarte cuanto quieras.
La mantri guardó silencio de mala gana y todos volvieron a prestar atención al runier. Sean respiró hondo, sacando fuerzas de flaquezas, sabía que lo que iba a decirles no solo alarmaría a los miembros del Concejo sino que además podía no ser muy bien tomado por sus iguales.
_ Preocupado por lo ocurrido en nuestro último concilio, le ordené a uno de mis subordinados que se mantuviera vigilante y me informara cualquier situación fuera de lo común. Hace algunos días se dio un episodio muy particular y Grum lo escuchó, escudado en su forma animal se acercó a una casa apartada de Marsella donde Craig intentó poner en práctica las instrucciones que la… muchacha le dio.
_ Madre. _ aclaró Lú con su voz musical _ No tengas miedo de llamarla por su nombre. Soy suficientemente vieja como para reconocer cuando hay algo a lo que debo profesar respeto y esa muchacha es ahora el ser más sagrado de las Razas. Es la Madre y como tal debe ser nombrada y tratada.
Sean tragó en seco. Era natural que la nihil hablara de aquella manera. Su edad y la seguridad de su experiencia la impulsaban a no decir nada que no fuera la más irrevocable verdad. La anciana había reconocido a la chica pelirroja como la Madre de las Razas de la Noche y estaba seguro de que lo mismo ocurría con Larou.
_ Está bien. La cuestión es que lo logró. Ius logró crear un descendiente inmortal por primera vez después de medio milenio, y al parecer no piensa detenerse hasta que su número de recién conversos haya aumentado considerablemente.
_ ¿Más? _ Henryk habló despacio pero con firmeza, podía notarse a kilómetros que al joven átero no le hacía ninguna gracia lo que escuchaba _ ¿Para qué? Los craig son la única casta que de hecho no necesita reproducción. Tienen más de novecientos soldados, mientras que ninguna de nuestras familias llega a los trescientos activos.
Nadie se asombró cuando a Henryk se le escapó la palabra familia. El resto de las castas había conservado la memoria de sus antepasados y por tanto, las cronologías de los linajes; aunque en el Concejo jamás se identificaban como familia por respeto a los craig, cuyas relaciones genealógicas se habían roto por completo luego de la última batalla contra los stark.
Después de todo se nombraba con facilidad: la Gran Rebelión, pero los que la habían vivido sabían que había sido el horror más grande que vivieran las Razas en toda su historia, las páginas más sangrientas que se hubieran escrito y Craig había sido, más que un aliado, un comandante de las fuerzas que se rebelaron. El resto de los miembros del Concejo guardaba para él ciertas deferencias por su sacrificio, pero de ahí a obedecer ciegamente su mandato de romper las líneas familiares y convertir a humanos extraños a las Razas iba un trecho muy grande.
Quienes ya tenían hijos en el momento de la reorganización de las castas habían sido los más privilegiados, los únicos que podían hablar de descendencia. Pero quienes vinieron detrás no renunciaron a tener sus propios hijos, y procreaban en secreto, esperando a la adultez de sus vástagos para introducirlos en los clanes como si fueran seres extraños a ellos. Ahora no estaban en presencia del regente, no había motivo para guardarse el hecho de que no se consideraban a sí mismos clanes, sino familias, estirpes que apenas crecían, pero que estaban unidas por la sangre.
_ Eso no es lo peor, Henryk _ dijo Grum. La afinidad de cargos y de pensamientos le hacía dirigirse con naturalidad y confianza al heredero de los átero _ Hay un grupo de hembras craig que ha estado reproduciéndose en masa, al parecer desde más de un siglo. Cada madre craig puede convertir a cuatro de sus descendientes, y cada uno de estos a cuatro más de sus hijos. La cadena continúa mientras haya sucesores, y al parecer el regente quiere que todos sean convertidos.
_ Un momento. _ lo detuvo Larou, alzando uno de sus callosos dedos para impedir que alguien más fuera a tomar la palabra _ ¿Me estás hablando de hembras craig pariendo a diestra y siniestra, sin control?
_ Al contrario, _ ironizó Sean _ si algo tienen es mucho control de su descendencia. Solo la rectora del grupo, Selana, ha tenido cincuenta hijos en los últimos cincuenta años, no hablemos ya del resto de las madres. Craig las controla y las supervisa, de hecho está esperando que le contabilicen los activos potenciales de los que podrá disponer.
La confusión y la sorpresa se generalizaron en los semblantes. Que Ius mantuviera alejado del Concejo uno de sus experimentos buscando la propagación de su raza no era tan alarmante; aunque no lo reconocieran, en el fondo todos habían sabido siempre de los frustrados intentos de Craig para multiplicarse. Pero una producción masiva de descendientes no solo era una flagrante violación a las reglas que él mismo había impuesto, sino que era un guante lanzado al rostro de las demás castas, que se habían abstenido durante siglos de reproducirse como mejor les conviniera.
_ Pero… ¿cómo pueden hacerlo? ¿Qué hacen con tantos niños? _ casi gritó Nanybell, incapaz de controlar su indignación como era incapaz de controlar el resto de sus muchas emociones.
_ Los crían en casas hogar, como huérfanos, hasta que tienen diez años. Después los entrenan en un instituto hasta los dieciséis. _ explicó Grum.
_ ¿Los entrenan? _ esta vez la voz de Larou perdió toda su anciana delicadeza, y su bastón de olmo golpeó contra el entarimado con oscura fuerza _ ¿Qué quieres decir con eso?
_ No estoy muy seguro de en qué consiste ese entrenamiento, pero creo que los introducen en la historia de las Razas, y los preparan para esperar la transición a la inmortalidad. El hombre al que convirtieron, apenas despertó reconoció a Ius como su señor y se reconoció a sí mismo y a sus hijos y nietos como servidor de la casa craig.
El silencio se extendió entre el pequeño grupo como una plaga. Larou se acarició la barba cana con lentitud e intercambió miradas con Lú. Su sabiduría los impulsaba a reflexionar largamente sobre el asunto, pero los instintos básicos, los que los habían mantenido vivos durante la Gran Rebelión, les advertían que serían complejos y sangrientos los tiempos que se avecinaban. No podían pedirle cuentas a Ius de sus actos, porque eso hubiera significado revelar que lo espiaban, y no podían quedarse de brazos cruzados mientras el regente levantaba una hueste de inmortales a sus espaldas.
_ Con todo el respeto que merecen, me gustaría darles mi parecer. _ Stefano se dirigió a los rectores. Hablaba poco el Portugués, de modo que cuando lo hacía, la consideración de sus superiores los obligaba a escucharlo _ La afrenta del señor regente hace unas semanas no fue más que una demostración de poder, de la superioridad de sus fuerzas porque, a pesar de las nuestras, se arrogó el derecho de pasar por encima de las voces del Concejo. Hemos tenido que reunirnos aquí porque ninguno de ustedes ha considerado segura la Casa de la Noche, su casa; y el hecho de que el señor regente planee incrementar de ese modo su casta tampoco es un buen síntoma. Las acciones a tomar a partir de aquí dependen únicamente de nuestros rectores. Sólo les pido que no olviden a quién le deben verdadera lealtad.
_ A las Razas. _ dijo Lú con suavidad _ Has hablado bien, hijo. Nuestra lealtad está con las Razas y las Razas no son el regente, son nuestras familias y amigos, incluso nuestros enemigos. Aun así debemos obrar con prudencia, la prudencia es la madre de todas las virtudes, y ahora mismo no podemos echar por tierra lo que hemos tardado quinientos años en construir. Es preciso que tengamos cuidado.
Pero resultaba evidente que las palabras del Portugués habían hecho mella en el ánimo de todos, estaban cargadas de razón y eso era indiscutible. Stefano tocaba y mataba, Stefano hablaba y su lengua era una saeta que acertaba siempre. Lú sonrió orgullosa a pesar del revuelo interno que el juicio de su Primer Oficial había causado, cada día el joven estaba mejor entrenado como líder.
_ Por lo pronto se ha evitado la catástrofe de que Ius asesinara a la chica. No solo debemos encargarnos de este asunto, también sería prudente dar con ella antes de que los subordinados de Craig lo hicieran; presiento que la Madre sabe cosas que nosotros no. _ Larou era la orden hecha petición y se le obedecía por la suavidad de su tono y la fuerza de sus decisiones _ Investigaremos más respecto a los planes de Ius, y designaremos a alguien que busque a la Madre. Mientras tanto necesitamos permanecer calmados, ecuánimes, como si nada ocurriera. ¿Todos de acuerdo?
Las criaturas a su alrededor asintieron y la última taza de café llegó con las frases usuales de cortés despedida. En breve no quedaron en la mesa más que Sean y Grum, ambos pensativos y serios. El Primer Oficial runier observó alrededor con precaución, escrutando cada rincón del paisaje que se extendía desde Les Rives de la Courtille.
_ ¿Cree que me he expresado bien, señor? _ preguntó el hombre, dudando de si el desenlace de la reunión había sido del agrado de su superior.
_ Muy bien, Grum, no te preocupes. No esperaba más ni menos de los ancianos. Son sabios y prudentes, y mientras no tengamos suficientes pruebas de lo que ocurre no conviene actuar.
Se llevó a los labios con elegancia la taza de líquido caliente y espumoso. El café era una de sus bebidas humanas preferidas aunque no necesitaba nada que lo mantuviera despierto, era inusual que durmiera alguna noche. Sus pensamientos estaban en ese instante mucho más allá del regente y de los miembros del Concejo.
_ Solo temo, señor, _ continuó obstinado Grum _ que cuando llegue la hora de actuar sea demasiado tarde. Debemos tomar precauciones desde ahora.
Sean se levantó con decisión, dejando sobre la mesa un billete para cubrir el breve desayuno. El cuervo hablaba con certeza, había mucho en juego, no podían sólo esperar a que las cosas cayeran por su propio peso.
_ Tienes razón. _ murmuró mientras su mirada se perdía en el río _ Saca a la familia de sus territorios naturales. Llévalos al norte, donde puedan confundirse mejor con las manadas de depredadores, y que viajen en forma humana, será lo mejor. Y ¿Grum?
_ ¿Sí, señor?
_ Llévate a Scott y a Marya a la cabaña de Bélgica. Los quiero lejos del fuego cuando esta cruzada se desate.