Muchas veces Mila se habĂa preguntado cĂłmo era posible que recordara todo si solo tenĂa seis años cuando habĂa pasado. DebĂa ser que esos Ăşltimos momentos antes de que una persona pierda todo lo que ama, todo lo que es valioso en la vida, eran imposibles de borrar.
Estaban en la casa y su madre regañaba a sus hermanos mayores. Al parecer Marcia querĂa salir vestida de «zorra», pero por más que la miraba, Mila no le veĂa el disfraz. No fue hasta muchos años despuĂ©s que habĂa entendido a lo que se referĂan y por quĂ© su hermano Nico se habĂa metido en la pelea.
—¡AquĂ la Ăşnica zorra que hay eres tĂş! Te prohĂbo que le hables asĂ a mi hermana o vas a saber de lo que soy capaz —le gritĂł, girándose despuĂ©s en direcciĂłn a Mila—. ¡Mejor ocĂşpate de tu mocosa y mĂ©tete en tus asuntos!
Recordaba que su madre estaba muy nerviosa, apretaba con fuerza si mano, la llevaba casi a rastras hasta subirla en el auto y salĂan de la casa mientras la escuchaba hacer el peor de los escándalos.
—¡Mamá! ÂżYa vamos por mi pastel? —habĂa preguntado porque esa mañana debĂan ir por su pastel de cumpleaños, que serĂa al dĂa siguiente…
Pero en lugar de eso su madre habĂa manejado en silencio hacia la oficina de su padre, que tambiĂ©n le gritaba a uno de sus amigos. Finalmente despuĂ©s de un rato su padre se habĂa acercado a ellas muy enojado. Su madre y Ă©l hablaban en voz bastante baja hasta que el tono de su padre habĂa cambiado.
—¿Cómo se te ocurre decir eso? ¡Son sus hermanos!
—¡Son sus hermanastros y la odian! —habĂa replicado su madre—. ÂżO acaso no recuerdas por quĂ© tuvimos que enseñarla a nadar a los tres años? ¡Porque Marcia la aventĂł a la piscina!
—Solo estaban jugando… —Ahora sabĂa que su padre intentaba calmarla, pero no habĂa forma de lograrlo.
—¡Yo vi lo que hiciste con tu testamento! ¡Todas las cláusulas raras que pusiste…!
—Sandra ¿registraste mis cosas?
—¡No me cambies de tema! ¡Tú también te diste cuenta de que no la quieren!
Aquella forma en que se hablaban solo le habĂa dado ganas de llorar, y las lágrimas habĂan empezado a acumularse en sus ojos aunque para ese momento no comprendiera mucho. Ella querĂa a Marcia y a Nico. ÂżPor quĂ© ellos no la querĂan tambiĂ©n? No veĂa la diferencia entre hermana y hermanastra, no sabĂa que su madre era la segunda esposa de su papá y que Marcia y Nico la culpaban… las culpaban a las dos, por el divorcio de sus padres.
Pocos minutos despuĂ©s una mujer se habĂa asomado a la puerta.
—Señor, Nico y Marcia lo están esperando aquà afuera.
—DĂgales que salĂ.
Su padre habĂa salido con ellas por una puerta trasera y se habĂan subido los tres al auto.
—Mañana es el cumpleaños de Mila. ¡Sus seis años! —habĂa dicho llamando su atenciĂłn al pronunciar su nombre y sonriĂ©ndole para que dejara de llorar—. No quiero tener discusiones ahora, mejor vamos a pasar el resto del dĂa juntos y luego ya veremos.
Se habĂan metido en el tráfico, su padre habĂa conectado la pequeña pantalla en el tablero y ella se habĂa empeñado en que cantaran juntos. Le gustaban las muecas que hacĂa y su padre habĂa tratado de distraerla mientras las lágrimas se borraban de su rostro… pero distraerla habĂa sido exactamente la causa de su desgracia.
Otro auto los habĂa impactado con fuerza, recordaba los vidrios saltando y encajándose en su piel, los giros, los golpes, el terror… los gritos de su madre y luego un silencio que habĂa sido mucho peor que sus gritos.
Mila habĂa despertado dos dĂas despuĂ©s en el hospital. Marcia habĂa sido la primera en acercarse a ella, lo sabĂa por su voz chillona, y Mila habĂa lanzado las manos adelante para tratar de alcanzarla porque no veĂa dĂłnde estaba.
Ella se lo habĂa dicho, y ahora, despuĂ©s de tantos años, se daba cuenta de que lo habĂa hecho casi con gusto. Sus palabras exactas habĂan sido:
—¡Por tu culpa mi papá se murió! —Le apretó tanto el antebrazo que Mila gritó.
—¡Mami!
—Tu mami también se murió, mocosa maldita. Eso es lo único bueno de todo esto… ¡Eso y que tú no vas a volver a ver jamás!
Todo su cuerpo temblaba en ese momento porque su pequeño cerebro de seis años no podĂa aceptarlo. Sus padres estaban muertos y ella se habĂa quedado ciega por un traumatismo en el accidente.
Marcia la habĂa llamado asesina, basura, bastarda, y otra decena de palabras que tampoco entendĂa, pero lo que sĂ entendĂa era que la iban a mandar directamente a un orfanato con las monjas, porque nadie en el mundo la querĂa.
Ni siquiera podĂa llorar, sus ojos dolĂan tanto que la sedaron muchas veces esa semana, pero su corazĂłn habĂa sido enterrado junto con sus padres. Los extrañaba, los llamaba de vuelta, gritaba hasta que nadie podĂa calmarla porque su mamá y su papá ya no estarĂan con ella nunca más. Aunque solo hasta despuĂ©s de crecer Mira era capaz de ponerle nombre a esas emociones: desesperaciĂłn, miedo, dolor, desamparo…
HabĂa esperado y esperado, a que viniera alguien que la quisiera, pero los amigos de sus padres solo pasaban y se iban. Sin embargo el dĂa que le habĂan dicho que podĂa dejar el hospital, no fue ninguna monja a recogerla; en cambio Marcia la habĂa empujado en la parte trasera de un auto, y la habĂa llevado a la casa donde habĂa nacido.
—¿En serio tenemos que quedarnos con esta ciega inĂştil? —habĂa escuchado decir a Nico mientras ella tanteaba a su alrededor por algo para apoyarse, porque de verdad necesitaba algo, una pared, un ancla…
—Quiero a mami y a papi… —habĂa sollozado angustiada, hipaba sin contenerse y sentĂa algo muy pesado presionando su pecho. No entendĂa por quĂ© sus propios hermanos la trataban asĂ.
—¡Cállate maldita mocosa! —escuchó a Nico.
Como nota curiosa, sin importar lo que le hiciera, a Nico no le agradaba que llorara en su presencia, y se lo hizo saber abiertamente descargándole una bofetada que la mandó directo al suelo con un labio roto. Mila se quedó en el piso, encogida sobre mà misma y paralizada, porque era la primera que alguien le levantaba la mano.
Su hermano la golpeó por primera vez esa noche… y no se detuvo desde entonces.
