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CAPÍTULO 18. Loca

Escrito el 21/07/2025
DAYLIS TORRES SILVA

19

Josh llegó a la clínica como quien va a la guerra, aunque con las manos vacías y el corazón hecho trizas. Llevaba días sin dormir bien, y se notaba. Tenía la barba crecida, los ojos enrojecidos, y un tic nervioso en la pierna que le aparecía cuando estaba al borde de perder la paciencia, y que nadie había visto en muchos años, pero tal parecía que su autocontrol estaba llegando a su fin.

—Vengo a ver a Amy. ¿La doctora Serrano está? —le dijo a la recepcionista con voz firme.

La mujer lo miró como si estuviera a punto de darle malas noticias. Y lo estaba.

—Lo siento. La doctora dijo que Amy no quiere ver a nadie.

—Solo dígale a la doctora que estoy aquí. Necesito hablarle, es importante.

Minutos después apareció la psiquiatra, con cara de que quería ayudarlo de todas las formas posibles pero no sabía cómo.

—Josh, ¿qué tal estás? —Y la barba y las ojeras le respondieron sus preguntas—. Será mejor que vengas conmigo —le dijo haciéndole una señal para que la siguiera—. Amy está muy inestable emocionalmente. No ha comido bien en días, y no duerme si no es con sedantes… y sinceramente, no quiere ver a nadie —murmuró mientras caminaba—. Estoy muy preocupada por ella.

Josh apretó los labios y bajó la mirada un instante. Luego la volvió a alzar con decisión.

—Vengo a decirle algo importante. El caso contra ella… no va a proceder.

La doctora lo miró sin entender, un poco escéptica.

—¿Cómo dices?

—El periodista... el que presentó los cargos. Brody Springfield… murió hace algunos días.

La mujer se quedó helada, como si acabara de escuchar una historia mal contada.

—¿Murió? ¿Có—cómo...?

Josh se encogió de hombros.

—La policía lo investigará, supongo, pero lo que se sabe hasta ahora es que salió del hospital en contra de indicaciones médicas, se subió a su auto y condujo, iba medicado hasta las cejas y se saltó un semáforno, un camión lo chocó. Dicen que murió en el acto.

Un silencio incómodo llenó el pasillo, y la doctora no supo qué decir.

—No tenía idea, no veo mucho las noticias… Amy no sabe nada.

—Quizás sea importante que se entere de que ese tipo no la molestará más.

La doctora asintió lentamente, sin soltar su carpeta, como si eso la anclara a la realidad. Luego se giró sin decir nada y caminó hacia la habitación de Amy, haciéndole un hesto a Josh para que se quedara en la puerta. No era exactamente espiar… bueno, sí lo era. Pero necesitaba verla, aunque fuera un segundo.

La puerta se entreabrió y pudo escuchar la voz baja de la doctora intentando convencer a Amy. Desde su ángulo, Josh apenas podía verla. Estaba sentada en la cama, envuelta en una manta, con el cabello hecho un nido y unas ojeras tan profundas que parecían tatuajes. Tenía la mirada clavada en el suelo y la expresión de quien está en un pozo demasiado hondo como para poder salir de él.

—Amy, Josh está aquí. Solo quiere hablar contigo.

—No puedo —murmuró ella, con voz apenas audible—. No me lo merezco.

La doctora se acercó más.

—Amy, no digas eso. Josh te ama, y tú eres una gran persona, por supuesto que te lo mereces.

—¡Estoy rota! —exclamó Amy, y la voz se le quebró—. ¡Estoy rota, doctora! ¡Ni toda la terapia del mundo puede arreglar esto! ¡Usted lleva trece años tratando de arreglarme y hace unos días casi mato a alguien solo porque tuve un ataque de ansiedad…! ¡Ni siquiera estaba viendo a quién golpeaba! ¡¿Se imagina que hubiera sido Josh…?! —Sus manos temblaron y su mirada se perdió en el vacío—. No. Josh no debería cargar con algo así.

A menos de tres metros de distacia y detrás de aquella puerta, Josh apretó los puños. Sentía que el corazón le latía en la garganta, ya no podía quedarse fuera, así que empujó la puerta y entró.

Caminó directo hacia ella mientras Amy lo veía con ojos desorbitados, y la abrazó. Era como abrazar a un fantasma. No respondía, no lo miraba. Solo estaba ahí, quieta, sollozando, como si su cuerpo y su alma estuvieran desconectados.

—Te amo —dijo él sin pensarlo. Ya no había filtro, ni orgullo, ni miedo—. Te amo y haría cualquier cosa por ti, cualquier maldito sacrificio, pero no me pidas que me aleje.

Amy empujó su pecho con suavidad, sin fuerza, pero con una decisión que dolía más que un golpe.

—Vete, Josh.

—¡No! No voy a irme, mucho menos después de todo lo que ha pasado.

Él tenía los ojos llenos de lágrimas. Y no le importó. Nunca le había importado tanto algo como ahora.

—No voy renunciar a ti, Amy. Y no voy a fingir que no me importas.

Ella negó con la cabeza, con los ojos húmedos.

—Tú te mereces ser feliz.

—¡Tú también! —exclamó Josh.

—¡Pero tú no vives con la paranoia de que hay un asesino en serie allá afuera que tarde o temprano te va a encontrar! ¡¿Entiendes?! ¡Tú no sientes eso! —gritó Amy entre sollozos—. ¡Y yo no sé cuántos años vayan a pasar hasta que deje de sentirlo…! ¡A lo mejor cuuando crea que es lo suficientemente viejo para morir o… o…! ¡Maldición Josh, vete! ¡Por favor vete!

No supo en qué momento había empezado pero estaba hiperventilando y en cuestión de segundos apenas podía respirar.

—Por favor Josh, espérame afuera —le pidió la doctora apresurada, pidiendo una inyección para contolarla.

Y cuando por fin se reunió con Jsoh afuera, tenía esa expresión de quien ha visto ese tipo de escenas muchas veces, pero que igual le siguen doliendo.

—Por favor, no insistas. Amy está bajo mucha presión emocional. Su ansiedad es muy alta. Quizás… lo mejor sería que se quedara internada, en un entorno controlado, seguro —murmuró con tristeza—. Ella tiene razón, llevo más de una década tratándola y el único avanmce realmente significativo que tuvo fue cuando tú llegaste… pero con todo esto… ya no sé ni qué pensar.

Josh no dijo nada, solo asintió, como quien se rinde por fuera, aunque por dentro todavía está planeando cómo cambiar el final. Salió de la clínica como si lo hubieran vaciado por dentro, y ni siquiera el viento que le golpeó la cara, pudo apartarlo de sus pensamientos más sombríos. Subió a su auto y se quedó ahí, mirando la entrada, las ventanas del edificio, pensando.

Y cuando llegó la noche… volvió.

Sabía dónde estaba la habitación. Sabía que el turno de noche era más relajado, menos controles. Sabía que, a esa hora, ella ya estaría sedada.

Entró con cuidado y vio a Amy dormida. Tenía el ceño fruncido incluso dormida, como si sus sueños también fueran tormentas. Josh se acercó despacio, agachándose junto a su cama. Le acarició el rostro, suavemente y la levantó en brazos.

—Lo siento, Amy —susurró—, pero no voy a dejarte aquí.


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