Y visto el caso y comprobado el hecho de que Eva realmente se iba a transformar como Hulk si no la dejaban ir con ellos, los Vanderwood no tuvieron más remedio que hacerle espacio en una de las camionetas.
—Para lo escandalosa que es Michelle, sorprende que su mejor amiga sea tan callada y centrada —murmuró su hermano Matt acercándose a Asher que no dejaba de mirarla cada vez que podía.
—Precisamente por eso es peligrosa, perra que ladra no muerde, y esta condenada ya me viene enseñando los colmillos desde antes de conocerme —replicó Asher.
—¿Quieres un pañuelito para la baba? —preguntó su hermano.
—No, gracias, no me alcanzaría, si tienes una sábana, a lo mejor —admitió con sinceridad porque no podía negar que ese primer golpe de adrenalina con aquella pelirroja le había pegado fuerte.
—Solo espero que no se ponga necia cuando lleguemos por Michelle, esto se va a poner muy delicado —murmuró Matt con un suspiro, pero algo le decía a Asher que no sería así.
Y en efecto, apenas se dispusieron a invadir aquella propiedad donde el padre de Michelle la tenía, Eva prestó atención a cada indicación que Ranger tenía para ella y las siguió al pie de la letra. Fue su respaldo en todo momento, fue la primera persona en llegar hasta Michelle y sostenerla y también fue la que dio el aviso a Sebastian de que necesitaban llevarla a un hospital de inmediato porque algo no iba bien.
Asher no pudo evitar darse cuenta de que a pesar de la tensión del momento, Eva no era de las mujeres que se dejaban dominar por el miedo ni una sola vez.
Más bien se dejó dominar por otra cosa, porque después de que Sebastian apaleara al supuesto prometido de Michelle, ella fue la que se giró y Asher que quedó mudo al verla alcanzar el rifle que Sebastian había soltado.
Sin embargo antes de que pudiera llegar a ella, ya la asesina en potencia que era aquella pelirroja había tomado el rifle por el cañón y le estaba rompiendo la espalda al padre de Michelle con ella.
—¡Maldito viejo cabrón! ¡Debiste escarmentar cuando me la llevé de la mugrosa boda esa que le preparaste! —le gritó mientras Asher la levantaba por la cintura, alejándola del señor Dalton—. ¡Pero como te vuelvas a acercar a ella te juro que te baño los pies en aceite hirviendo para que tengas que arrastrarte a pedirle perdón a tu hija! ¡Ojalá que te hagan señorita en la cárcel porque te juro que ahí vas a parar, imbécil!
Y no se podía negar que la potra era cerrera, porque Asher no tuvo más remedio que darle la vuelta bruscamente y echársela al hombro para llevársela de allí.
—¡Antes de que se te ocurra nalguearme, Vanderwood, deberías recordar lo cerca que están las puntas de mis botas de tus bolitas de algodón! —le advirtió y solo escuchó de él un suspiro dramático.
—¡Y encima lee el pensamiento! Esperaré a que este duro momento pase para declararte mi amor, pero tengo la impresión de que vas a ser algo así como la domadora de mi vida —sentenció él antes de poner aquel trasero delicioso sobre el asiento de la camioneta, pero su expresión perdió todo el humor en el momento en que la miró a los ojos—. Michelle te necesita, vamos a dejar el juego para después, ¿está bien, preciosa?
E increíblemente la respuesta de la muchacha fue un suave asentimiento de cabeza.
—Está bien, vámonos al hospital —cedió Eva y Asher le dio la vuelta a la camioneta para subirse al volante, pero antes de arrancar se echó atrás y tomó su rifle, que estaba sobre el asiento trasero.
—¿Sabes qué? No tienes que quedarte con las ganas —le dijo—. Las balas son de goma pero igual duelen. Vamos a ver qué tan buena eres.
Pero aunque Asher no detuvo el auto ni le acomodó la posición, aun así Eva le encajó al señor Dalton tres tiros en el cuerpo, uno en una pierna, uno en su panza cervecera y otro en la espalda cuando trató de escapar.
—¿Mejor? —preguntó él mientras tomaban la carretera y Eva guardó el rifle.
—Muchísimo. Gracias.
—No hay de qué, señorita —respondió Asher, sin embargo era evidente que ella no estaba bien.
Aquella adrenalina le seguía corriendo por las venas de una forma desenfrenada, y apenas llegaron al hospital todo fue peor. Sebastian parecía una bestia herida mientras caminaba de un lado al otro de la salita de espera, y nadie salía a darles razones sobre Michelle.
Y Eva no estaba mucho mejor, porque era claro que ya que había apaleado al padre de Michelle, no le quedaba nadie más en la lista de “A quién odiar a continuación”, que no fuera su gemelo.
Y Asher no supo por qué, pero presintió que a menos que la sacara de allí aquello terminaría en tragedia familiar, así que tiró del brazo de Eva y se la llevó de regreso al estacionamiento.
—¡Oye, te tienes que calmar! ¡Michelle va a estar bien! ¡Pero por Dios deja de mirar a mi hermano como si quisieras asesinarlo! —le pidió.
—¡Es que tú no entiendes! ¡Michelle es como mi hermana! ¡Olvida el “como”: Es mi hermana! ¡Y si algo llega a pasarle más vale que no tenga a tu hermano enfrente o te juro que lo voy a castrar, tenga la culpa o no la tenga! —siseó Eva y antes de que pudiera rodearlo, Asher la levantó por la cintura y la metió entre gritos y amenazas en la parte trasera de la camioneta.
—¡Suficiente! ¡Estás nerviosa! ¡Yo también lo estoy! ¡Pero si quieres perder el control hay muchas formas de hacerlo, señorita, y no todas incluyen una palanca de hierro! ¡Contrólate! —gruñó él sujetando sus manos, pero sabía que el que menos se estaba calmando era él mientras la sentía respirar pesadamente contra su cuerpo.
Eva cerró los ojos porque siempre había sido así, no podía negarlo, la ira o la frustración podían llegar a dominarla y en esos casos siempre tenía a Michelle para contenerla. ¡El problema era que Michelle no estaba ahora, Michelle era la razón por la que ella estaba tan asustada y frustrada y enojada!
—¿Puedes quitármelo? —preguntó sin abrir los ojos, pero el simple tono de su suspiro hizo que Asher pasara saliva.
—¿Es una broma? —la increpó y Eva abrió los ojos, clavando aquel color verde brillante en los suyos.
—No, no lo es. Yo necesito sacarme esto y tú no le debes fidelidad a nadie —respondió ella—. ¿O me dijiste una mentira?
—No, claro que no… —murmuró Asher, porque era innegable que aquel calor entre los dos había pasado a chispa desde el mismo instante en que se habían conocido—. Pero…
—Pero tampoco vamos a volver a vernos a partir de ahora —añadió ella—. Michelle y tu hermano se divorciaron. Después de hoy ustedes desaparecerán. No hay un solo lazo que nos una, no habrá un solo vínculo a partir de hoy, y no tendremos que volver a vernos así que… ¿qué te detiene?
CAPÍTULO 3. Ni un solo vínculo
Escrito el 04/09/2024
DAYLIS TORRES SILVA