CAPĂŤTULO 2. Noticias impactantes

Escrito el 20/08/2024
DAYLIS TORRES SILVA

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Tener la mano de Gus Henderson alrededor de su cara, tan fuerte que sentía sus propias muelas cortándole el interior de las mejillas, hizo que aquel par de lágrimas resbalaran de los ojos de Megan sin que pudiera evitarlo.

—¡Pues si tengo que venir veinte años más lo voy a hacer! —gruñó tan cerca de su cara, con tanto odio que por primera vez en su vida la muchacha realmente tuvo miedo de él—. ¡Voy a volver hasta que me digas por qué mataste a mi madre! ¡Y voy a volver hasta que me digas qué hiciste con su alianza de bodas!

Megan luchó por soltarse, pero la verdad era que de médico aquel hombre solo tenía la vocación, porque el cuerpo y la fuerza eran otra cosa.

—¡Te he dicho mil veces que tu madre jamás me la dio! ¡La señora Prudence adoraba ese anillo, decía que había estado en su familia por generaciones, jamás se habría desprendido de él!

—¡Precisamente por eso sé que tuviste que quitárselo después de matarla! —escupió Gus entre dientes—. ¡Pero terminarás diciéndomelo! ¡Tarde o temprano! ¡El único consuelo que me queda es que estando en una cárcel de máxima seguridad como esta… bueno… me imagino que las demás presas te harán pagar caro por todo lo que le hiciste a mi madre!

Y ese también fue el único momento, el único, en que Megan Carter se acordó de que era una persona con dignidad y su mano fue a estrellarse contra la mejilla del médico, haciendo que la soltara.

Gus se llevó una mano al rostro, mirándola con ferocidad, pero ella no retrocedió.

—¡Puedes esperar una maldita demanda por agresión! —sentenció y Megan asintió un segundo después.

—¿Y qué me van a hacer? ¿Añadir otro año a los veinte que me quedan? —replicó—. Tienes razón en algo: me han hecho pagar muy caro aquí… más de lo que me merezco.

Se dio la vuelta y también por primera vez en diez años fue ella la que golpeó la puerta para llamar al guardia.

—La visita terminó —avisó juntando las manos frente a su cuerpo porque sabía que lo primero que harían al abrir sería ponerle las esposas—. No te molestes en regresar —susurró sin mirar al hombre en el otro extremo de la habitación—. Ya no voy a aceptar tus visitas.

Y Megan tenía razón en algo: August Henderson, para sus amigos solo Gus, era demasiado educado como para permitir que lo peor de sí mismo saliera en público, así que se esperó a llegar a su auto para soltar toda la sarta de palabrotas que tenía atoradas, y luego estuvo dando vueltas por la ciudad, como un zombi perdido en el tráfico, hasta que se hizo de noche y se dio cuenta de que no quería regresar solo a su casa.

Ni siquiera tuvo que hacer una llamada, porque a la puerta de su mejor amigo podía llamar a cualquier hora, así que allá se dirigió y por suerte la primera personita que lo recibió fue su sobrino favorito.

—¡Tío Gus! —exclamó Michael emocionado subiendo a su cuello, y de inmediato alargó la manita—. ¿Mi regalo? ¡Ya es mi cumpleaños! ¡Dijiste que me ibas a regalar un sable de Star Wars y yo quiero el azul, porque yo soy de los buenos!

Gus le dio un abrazo apretado a aquel niño y luego lo devolvió al suelo.

—No intentes hacerme trampa, faltan dos semanas para tu cumpleaños, campeón, tengo buena memoria —replicó y el niño dejó escapar una sonrisa pícara antes de correr de nuevo al interior de la casa.

Sin embargo en el mismo momento en que lo perdiĂł de vista la sonrisa de Gus desapareciĂł y Alan se acercĂł a saludarlo.

—¿Estás bien o necesitas un trago fuerte? —preguntó palmeando su hombro.

—Demasiado fuerte, pero no quiero incomodar a Mar a esta hora ni…

—Ni siquiera lo digas o corres el riesgo de que te tire un sartén a la cabeza, a la fiera es mejor no provocarla —le advirtió Alan—. Así que te quedas a beber, a comer y a dormir. Ven, vamos al despacho.

Y como Gus realmente no quería estar solo en aquel momento y Alan era uno de los pocos que conocía esas crisis por las que pasaba una vez al año, se sentaron a beber hasta que Mar apareció con uno de aquellos platillos llenos de cosas deliciosas que puso frente a ellos.

—Gus cariño ¿cómo estás? —preguntó dándole un abrazo—. Perdón que no haya venido antes, es horrible tener un televisor en la cocina. De repente salió una noticia de esas que te dejan pegada la pantalla y… bueno, mejor tarde que nunca.

—¿Qué noticia? —preguntó Alan porque solo las series ponían a su esposa desconcentrada.

—Pues que en Alabama atraparon a un asesino en serie —murmuró Mar acariciándose un brazo—. Dicen en el reportaje que ha estado matando a mujeres por todo el país desde hace como quince años, y nunca habían podido atraparlo.

—No me jodas… —exhaló Alan con sorpresa—. No había escuchado hablar de nada de eso.

—Pues porque el FBI ni siquiera lo estaba buscando. Según que lo atraparon de casualidad, porque una tubería se rompió en el departamento que rentaba y el casero entró a arreglarla cuando él no estaba, y ahí encontró… bueno encontró de todo, no quiero ni recordarlo —suspiró Mar.

Gus se echó hacia adelante en su asiento y bajó otro trago de coñac de un tirón.

—¡Qué jodido está el mundo! —replicó—. A veces siento que la gente ya no es… humana. A veces siento que yo tampoco lo soy ya.

Alan y Mar se miraron pero los dos lo entendían. Gus había sufrido lo indecible con la muerte de su madre, y además todas esas misiones en Médicos Sin Fronteras, viendo el resto de los horrores del mundo, habían endurecido su carácter de una forma extraña. Así que lo único que podían hacer por él era envolverlo en aquella familia que lo quería tanto y tratar de ayudarlo a sortear la tempestad de aquellas próximas semanas lo mejor que pudieran.

Sin embargo ninguno tenĂ­a ni idea de que la tempestad solo estaba por comenzar.

Y Megan tampoco lo sabĂ­a.

Pero exactamente dos semanas después una de las guardias la sacaba de su celda y la llevaba a la oficina del director, donde le pusieron delante un documento para que lo firmara, y luego una pequeña caja de cartón con las pocas pertenencias que tenía el día que la habían arrestado.

—Supongo que solo queda ofrecerte disculpas en nombre del Departamento de Justicia de esta ciudad y desearte buena suerte —le dijo el director de la prisión como si estuviera hablando sobre el clima—. Despídete de quien tengas que despedirte, en dos horas saldrás libre.

Y si era honesta no alcanzaban todas las explicaciones del mundo para sacarla de aquel aturdimiento que tenía, porque de un momento a otro le decían simplemente: «Nos equivocamos, eres libre, lárgate de aquí».

Sin embargo, si Megan estaba completamente en shock, no había palabras para describir los sentimientos que golpearon a August Henderson en el mismo momento en que fue llamado a la estación de la policía donde se había investigado la muerte de su madre, y frente a él se sentó un agende del FBI.

—Señor Henderson, no puedo ni imaginar lo que sentirá después de tantos años, pero quiero comunicarle que por fin hemos encontrado al verdadero asesino de su madre.