Layla
Vuelve a apoderarse de mi boca y la explora al tiempo que va bajando despacio el cierre de mi vestido. Sus dedos trazan surcos profundos en mi espalda que solo me excitan más, haciéndome gritar.
— ¡Dios! — gimo cuando descubre mis pechos y se lleva a la boca uno de mis pezones para morderlo.
— No, Thiago D´cruz. — dice divertido, pero la broma no hace efecto porque la parte de mi cerebro que realmente piensa ya no está aquí.
Meto las manos en su cabello, lo lleva corto, pero no tanto como para que no pueda tirar de él y separarlo un poco. Me mira y aprieta la mandíbula mientras empieza a subir despacio mi vestido y lo saca por la cabeza. Dos segundos después no sé dónde quedó.
Hace un gesto de satisfacción cuando quedo sólo en bragas sobre él, un poco inclinada hacia atrás, y me mira como si fuera la última maravilla de la Tierra. Sus dedos son suaves cuando bajan desde mi cuello, por mis senos, su pulgar derecho hace cosquillas en uno de mis pezones y me muerdo los labios, porque sólo la expresión devoradora de su rostro me excita más allá de lo que había imaginado cuando empecé a besarlo.
Bajo mi mano y lo toco por encima de la tela. Está realmente duro y se nota que es grande, y empiezo a salivar sólo pensando en cómo será tenerlo dentro de mí.
— Espera. — me detiene y veo el conflicto en sus ojos. Quiere esto, me quiere a mí, pero está luchando consigo mismo. Es lo bueno y lo malo de los hombres que de verdad tienen conciencia — No me refería a esto cuando dije que podía enseñarte otras maneras de sentirte viva…
— ¿Sientes lástima por mí? — lo suelto de golpe. Quizás porque no lo conozco. Quizás porque me encontró en un momento vulnerable y ya no hay forma de que pueda hacerme la fuerte frente a él.
— ¡No! — respuesta drástica y sincera.
— ¿Te parezco hermosa?
Sus manos se cierran en el nacimiento de mi cintura y sonríe como si acabara de preguntarle una estupidez, pero me contesta correctamente.
— Sí. Mucho. Me pareces una mujer muy hermosa.
— ¿Me deseas?
Sus ojos se oscurecen aún más y sé lo que significa pero quiero escucharlo de su boca.
— Irrevocablemente. — contesta y me excita lo contundente de la sentencia.
Lo miro directo a los ojos y subo el mentón por primera vez en la noche.
— Yo, — dudo en decir mi nombre y termino por omitirlo — no hago esto porque esté triste, vulnerable, o… lo que sea. Lo hago porque quiero y porque te deseo. ¿No es suficiente?
Por toda respuesta suelta mi cintura y comienza a desabotonarse la camisa. Pensé que después de mi orgullosa declaración estaría más apurado por “hacer el trabajo”, pero este hombre parece leerme. Sabe lo que quiero ver y me lo muestra. Cada botón da lugar a una franja de piel bronceada y deliciosa que quiero probar. Cuando termina de quitarse la camisa ya estoy a punto del orgasmo con sólo mirarlo.
Cruza un brazo detrás de mi espalda baja y me levanta en vilo sin esfuerzo, sentándome en una banqueta alta mientras se descalza los zapatos y sigue desnudándose frente a mí como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.
¿Y lo tenemos? ¿Y si alguien me busca… o a él? ¿La puerta tiene seguro? ¿Está cerrada siquiera…?
Pero todo pasa a un segundo plano cuando tengo delante de mí a este hombre enfundado sólo en un bóxer negro. Sé por qué se detiene ahí, el placer de quitárselo debe ser sólo mío. Tiene un cuerpazo de boxeador que nadie adivinaría debajo del traje.
Me muerdo los labios y él esboza una pequeña sonrisa mientras sus ojos bajan hasta mi sexo. Me doy cuenta de que tengo la espalda pegada a la barra, las piernas abiertas, y que he comenzado a tocarme mientras lo miraba. ¿Cuándo pasó esto? Ni siquiera me he dado cuenta de que lo hacía, pero veo que lo está disfrutando. Se acerca y roza con el dorso de los dedos la cara interna de mis muslos, provocándome un escalofrío. Voy a parar pero no me deja.
— Sigue. — su voz es ronca mientras envuelve mi mano con la suya y me impulsa en cada movimiento — ¿Esto te gusta?
Hago un gesto de asentimiento porque apenas puedo hablar cuando siento su miembro haciendo fuerza en un roce a través de dos telas.
— Me gustan las palabras. — dice mordiendo mi barbilla y apretando con su mano libre uno de mis senos — Así que si yo pregunto: ¿Esto te gusta? Tú respondes…
— Sí…— no sé si es gemido, súplica o liberación.
Me toma de la nuca y me besa con desesperación mientras su dedo corazón se desliza sobre el mío y empuja los dos en mi interior. Un grito ahogado se me escapa porque ha sido impresionante y siento como empuja de nuevo, entrando y saliendo a medida que el ritmo aumenta. Envuelve mis piernas a su alrededor para quedar más cerca si es que se puede y sigue haciendo que me toque.
Jamás lo había hecho así, pero no solo siento nuestros dedos bombeando mientras muerde mi piel. En cierto punto lo siento girar, explorar mis paredes y meter otro dedo. ¡Mierda! ¡Me está midiendo! Sabe lo que tiene entre las piernas y sabe que me va a doler.
Yo también lo sé, siempre he sido demasiado cerrada, pero el éxtasis que me provoca la velocidad de su mano no me deja pensar más.
