El auditorio de la Facultad de Ciencias estaba lleno esa mañana de septiembre. El murmullo de decenas de estudiantes de primer año se mezclaba con el olor a café barato y hojas nuevas de cuaderno. La mayoría buscaba asiento lo más lejos posible del profesor, con la esperanza de pasar desapercibidos.
Millie Braeden, en cambio, estaba en primera fila, con su libreta abierta, bolígrafos ordenados por color y la mirada fija en la pantalla donde el profesor había proyectado el programa del curso. A sus pies, un perro golden retriever de ojos atentos descansaba tranquilo, aunque cada tanto levantaba la cabeza como si vigilara el entorno.
—Shh, Atlas, tranquilo —susurró Millie acariciándole la cabeza y el perro volvió a acomodarse, obediente.
Estaba nerviosa, solo quería concentrarse en la clase, pero no tenía ni idea de lo difícil que iba a ser eso hasta que por el extremo opuesto del salón, entró Jared Collins como si fuera dueño del lugar. Alto, con la camiseta ajustada que dejaba ver los músculos trabajados en el gimnasio, y esa sonrisa confiada que parecía encandilar a medio campus.
La gente lo saludaba, algunos le daban palmadas en la espalda, y él levantaba la mano como una estrella de cine.
—¡Collins, este es un curso de ciencias, no el campo de juego! —gritó un estudiante entre risas—. ¿Te equivocaste de salón?
—Lo sé, hermano, pero hay que mantener el equilibrio: cerebro y músculos —respondió Jared, provocando carcajadas, pero la verdad era que estaba ahí contra su voluntad.
Le faltaba solo una asignatura de ciencias para cerrar su agenda escolar y luego podría dedicarse al fútbol por entero. Así que había elegido la clase más simple: una cualquiera de primer año, llena de chicas que seguro se deslumbrarían al punto de hacer las tareas por él.
Se dejó caer en una de las últimas filas, tirando la mochila al suelo como si no pesara nada. Sacó un cuaderno arrugado y lo abrió sin muchas ganas. Su atención estaba más en su celular que en la pantalla del curso, pero eventualmente el profesor ajustó sus lentes y habló con tono grave:
—Este semestre trabajaremos en proyectos de investigación en grupos. Quiero que se acostumbren desde ya a colaborar con diferentes perfiles, así que haré los equipos al azar.
Un murmullo recorrió el auditorio, pero como nadie se conocía todavía, no estaban particularmente espantados.
—Cushin, Amanda… Vazquez, Ernesto. Ustedes harán equipo —comenzó leyendo la lista de estudiantes hasta que llegó a su nombre y Millie se enderezó—. Braeden, Millie… Collins, Jared. Ustedes dos estarán juntos —anunció el profesor y ella giró la cabeza de golpe, con los ojos abiertos de sorpresa. Él no tenía ni idea de quién era ella, pero ¿quién en la universidad no conocía al jugador estrella de la temporada?
Jared apenas reaccionó, hasta que alguien de su fila le dio un codazo.
—¡Collins, te tocó con la nerd! —se burló un compañero.
—¡Genial, justo lo que necesitaba! —se rio él sin darle demasiada importancia.
Cuando la clase terminó, Millie recogió sus cosas con calma, y Atlas se levantó y la siguió.
—Oye, Braeden, ¿no? —dijo Jared alcanzándola en el pasillo, y ella asintió, aunque no lo miró directamente.
—Soy Jared, pero seguro ya lo sabes. Todos aquí me conocen. —Sonrió confiado, como si no pudiera existir otra reacción que no fuera admiración.
Millie lo miró por fin, con expresión seria.
—El profesor dijo que tenemos que entregar el plan del proyecto en dos semanas. Yo puedo encargarme de estructurarlo, pero necesito que me pases tus ideas hoy mismo.
—¿Hoy mismo? —repitió Jared arqueando una ceja—. ¡Vamos, recién empezamos! Seguro puedo pensar en algo más adelante.
—No —respondió ella cortante—. Hoy. Antes de que tu temporada de fútbol se desboque, porque luego tendrás los entrenamientos como excusa y no quiero cargar con todo el trabajo.
El tono directo de Millie lo descolocó, y un segundo después su sonrisa se convertía en un ceño contrariado. Estaba acostumbrado a que la gente le riera cualquier excusa, así que ya la idea de que ella fuera su compañera no era tan agradable.
—Tranquila, nerd —dijo con un medio gesto de burla—. Claro que voy a ayudar. Solo que, ya sabes, estoy ocupado...
Atlas gruñó suavemente, percibiendo la tensión, y Millie acarició su cabeza para calmarlo.
—Si no haces tu parte, se lo diré al profesor —advirtió, y la seguridad en su voz contrastaba con la timidez de sus gestos.
Jared se quedó mirándola unos segundos, como si no pudiera creer que alguien se atreviera a enfrentarlo. Era linda, sí, pero no era una belleza escultural como las que le saltaban encima en el campus. Sin embargo tenía su “algo”, aunque todavía no sabía qué era.
—Bueno, bueno, está bien. Nos vemos en la biblioteca mañana. ¿Contenta? —dijo con sarcasmo.
—Cuando vea tu trabajo mañana, lo estaré —respondió Millie, y se alejó con paso firme, con Atlas siguiéndola de cerca.
No era que quisiera ser grosera deliberadamente… bueno sí quería serlo, porque Jared tenía fama de lanzársele a todo lo que tuviera pechos y ella no podía permitirse distracciones.
Al día siguiente, sin que nadie se sorprendiera, él llegó a la biblioteca con veinte minutos de retraso. Llevaba una gorra de béisbol y auriculares colgando del cuello. Encontró a Millie rodeada de libros, con todo un esquema ya hecho, y bufó con satisfacción.
—Vaya, parece que ya terminaste sin mí —dijo con una risa ligera.
—No terminé. Avancé lo que pude, porque sabía que no vendrías a tiempo —contestó ella sin mirarlo.
—¿Siempre eres tan simpática?
—¿Siempre eres tan irresponsable? —replicó Millie, levantando al fin la mirada.
Jared abrió la boca, sorprendido. Nadie solía hablarle así.
—Pues no, fíjate, siempre uso condón —escupió entre dientes, porque aparentemente hacer que se pusiera colorada de la vergüenza era la única forma de ganarle.
Millie apretó los dientes y se tragó aquella respuesta, pero Jared llegaba rápido a la impaciencia.
—Bueno, ¿qué tengo que hacer entonces?
Ella le pasó un libro.
—Lee el capítulo tres y haz un resumen de cinco páginas. Es tu parte.
Jared hojeó las páginas con cara de aburrimiento, eran casi cincuenta.
—¿De verdad tengo que hacer esto? —rezongó y después de un suspiro coqueto se inclinó hacia ella—. A ver, tengo una propuesta para ti: tú haces todo el trabajo y todo ese tiempo que sé que te agradaría pasar conmigo… podemos pasarlo de una forma diferente.
Millie detuvo su lectura en un segundo y le sonrió con timidez, como si no pudiera resistirse.
—¿En serio? —susurró con un tono que a Jared lo hizo tragar saliva—. Porque sé que estar contigo sería como estar con un dios…
—¿Ah sí…?
—Sí… Se me haría jodidamente eterno —replicó ella antes de cerrar el libro de golpe—. Resumen de cinco páginas, Collins, y vete a follarte a quien te aguante.
Esas fueron sus últimas palabras antes de salir de la biblioteca, pero tal y como esperaba, dos semanas después Jared no había escrito ni dos párrafos y encima se presentaba en la clase como si estuviera convencido de que ella lo habría hecho todo.
Así que Millie hizo de tripas corazón, entregó su parte, y sonrió mientras el profesor le gritaba tres o cuatro amenazas a Jared.
—¡Creí que ella lo tenía controlado! —exclamó él tratando de defenderse.
—Ella no tenía que controlar nada. ¡Era un proyecto de dos, para fortalecer sus habilidades de trabajar en equipo, Collins!
—¡Ah, por favor, estoy en el equipo de fútbol! ¿¡De verdad cree que no sé trabajar en equipo?!
—Pues a lo mejor es que no sabes trabajar con chicas… —masculló Millie para sí misma, pero él alcanzó a escucharlo—. Ya sabes, por eso de que solo las usas para que te pongan los condones…
