Sesión 1250. Consulta de la doctora Serrano, Especialista en Psiquiatría.
—¿Cómo van tus tareas del mes?
La pregunta es simple pero es una de esas que odio.
—Escribí los sueños —murmuro entregándole el diario—. Me leí dos libros nuevos, voy por el tercero, ¡está fantástico!
—Amy.
—Ya, ya… Fui al cine, la película era una porquería, a lo mejor por eso aguanté solo veinte minutos.
—¿Solo por eso? ¿No por la oscuridad ni por…?
—¿Ni por todos mis traumas? —reclamo—. ¡Vamos, doc, usted sabe que no me sobra el dinero como para gastarlo en veinte minutos de una película en el cine!
Me paso la mano por el cabello, deshaciendo el moño y rehaciéndolo otra vez como un mecanismo de controlar la frustración. Los malditos ejercicios mensuales son para que me integre a la sociedad, pero ¿y si después de trece años simplemente no me quiero integrar?
—¿Has conocido a alguien?
El maldito amigo del mes.
Estoy a punto decir que no aunque sé el regaño que me costará, pero de repente algo viene a mi cabeza.
—Sí, conocí a alguien en la biblioteca. Me invitó a salir. —O eso creo.
—¿Y fuiste?
—Todavía no es la fecha.
—¿Y vas a ir?
—¡No! Digo, sí. No sé… —Todo parece una madeja en mi cabeza—. El sitio es el parque de la catedral, no puede ser más concurrido…
—¿Sientes que puedes confiar en él?
Casi la miro con lástima y ella cierra el cuaderno y se inclina hacia adelante.
—Amy, ¿crees que los ocho mil millones de personas que hay en el mundo somos asesinos? —pregunta y yo le pongo los ojos en blanco.
—No, claro que no.
—Entonces tienes que ir con el supuesto de que puedes encontrar un amigo que no sea un asesino en serie. ¿De acuerdo? ¿Cómo se llama este chico? ¿O es una chica?
—Chico, hombre… o sea… Se llama Josh.
—Perfecto. ¿Hay alguna razón para no confiar en Josh? ¿Te dio mala vibra o algo? —pregunta y yo niego.
—No... Sé que estar alerta no tiene nada que ver con él pero… No sé, he aprendido a no confiar en nadie. La gente camina por la calle como si estuviera dormida, como si el mundo fuera perfecto y siento… siento que yo soy la única que vive con los ojos abiertos, la única que sabe de verdad qué hay ahí afuera.
—¿Y no sientes que ese miedo te limita?
—¡Siento que me mantiene viva, muchas gracias! —replico con sarcasmo pero ella niega lentamente.
—Es cierto, te mantiene viva, pero ¿qué tanto estás viviendo?