Ricardo Castillo ha sido un hombre "libre" toda su vida. Millonario, sexy, seguro de sí mismo, ha elegido la soltería eterna porque definitivamente los compromisos no son lo suyo, por mucho que su mejor amigo trate de disuadirlo de que no hay nada mejor que un matrimonio interesante.
Ricardo prefiere llamarse "ojitos alegres"... mientras que la trabajadora social que viene a entregarle a su nieta, no lo baja de "picha brava" y otros apelativos nada amables que no le corresponden a un "Señor Abuelito".
Y la verdad es que no sabe qué es peor, si recién descubrir que tenía un hijo, o el no tener idea de cómo criar a su nieta, o que la única mujer que parece sacudirle el suelo sea capaz de leerlo como un libro abierto y no le guste lo que lea.
"Tengo 38 años, ¡no puedo ser abuelo!"
"Pues es lo que pasa cuando tienes dos cabezas y no piensas con ninguna, Mr Grandpa"