AMADOS DOS. 1

Escrito el 28/08/2024
DAYLIS TORRES SILVA



No nací para anécdotas preciosas
al  cauce de los ritmos cotidianos,
para el buen ejercicio de lo humano,
ni para las respuestas decorosas.

Débil para los daños por apego,
fuerte por obligada rebeldía,
tierna por especiales simpatías,
brutal por las verdades con que brego.

Temo a la huella en mi alma acorazada,
al olor emotivo de la almohada
al ardiente pesar de las traiciones.

Y aun así, fastidiada, me repito
que a la risa frugal de tus ojitos
se va mi corazón de vacaciones.



Apenas roce de los labios nuevos
bajo las auras puras de la tarde.
Apenas luces donde el frío arde.
Apenas verjas limitando juegos.

Apenas risas de la marca ajena,
de la tuya, y la mía, y nuestra marca.
Apenas horas que sumar al arca
de  cada martes que el placer estrena.

Apenas cruda tu palabra inerte
sobre esta muda fe de echar a suerte
nuestra necesidad de estar a solas.

Apenas este parque y estos niños,
y estos raptos triviales de cariño.
Apenas el temblor de una farola.



Bajo tus brazos tiemblo los mismos huracanes
que antaño doblegaron los muros de mi sexo,
deformados y grises y torvos y convexos,
que ni agradecen peces ni multiplican panes.

Entre tus férreas piernas he lanzado los dados
derrumbando estas ruinas de sus tristes cimientos,
cazándole finales felices a este cuento,
dando a luz a la espera de los desesperados.

Y a la vuelta del hombro se enciende tu mirada,
y es tu voz una risa de muerte desterrada
cortando estas cadenas de agónica memoria,

y es abismo, catarsis, suicida, resignada,
la cornisa y el frío y el rencor y la nada
y la historia y la fe… oh Dios… mi fe… mi historia



Con la sonrisa terca de los andantes viejos
sobre aquella victoria rota y descolorida,
voy pintándote barcos de plata en los espejos,
liberándote amarras, tallándote salidas.

Para las tejas blancas te cedo mis desiertos,
para los trigos altos te baño mis llanuras,
para los lazos firmes te inmortalizo muertos,
para la pena negra: dos besos de pintura.

No amenizo la almohada con calidez de estrella,
al este de tu pecho voy borrando mis huellas:
cantando los desiertos y segando los trigos.

Libre de mí te asalto para enhebrar tu sueño.
Para la cama esclava: los contratos sin dueño,
y para celebrarte, me despierto contigo.



No me pierdo en los mares, soy el viento
díscolo de tus fiestas vespertinas,
el ojo en tu ciclón de adrenalina
rumbo al sol y culpable del reencuentro.

Sé a dónde voy, me llevas, nos llevamos
sin púdicos reproches en mi mente,
sin más inquisiciones en tu frente
que la huella de fe que nos dejamos.

Tu compleja amistad viene olvidada
para ser cada día reinventada
como brisa brutal, o alegre río;

existe, existirá, ¿por qué negarla?
¿bajo qué eternidad sacrificarla
si el “hoy” es “siempre” y cuando quiero, “mío”?