CAPÍTULO 2. De regreso a casa

Escrito el 09/09/2024
DAYLIS TORRES SILVA


A Mateo le dolía todo, absolutamente todo. Tenía recuerdos muy borrosos y pesados de lo que había sucedido, como si hubiera estado borracho todo el tiempo. Sentía el cuerpo frío y tenso, y aquel mareo insoportable de que se estaba moviendo sobre algo pero no sabía qué.
Movió su mano buscando instintivamente a Santiago, pero hasta que sus dedos no tropezaron con aquel pecho recubierto en fino metal, no reaccionó como si le hubieran dado una descarga eléctrica en las mismísimas plantas de los pies.
Su cuerpo se fue hacia adelante con un gruñido sordo, pero apenas intentó incorporarse cuando sintió una mano contra su pecho, una mano pequeña pero firme.
—Cálmate, Papi Sexi Dos, todo está bien, estamos llegando a tierra, en cinco minutos más desembarcaremos —le avisó Katerina y Mateo miró a su lado, como si quisiera evaluar a Santi en medio de la oscuridad y del ruido de los motores de los barcos.
Metió una mano en su bolsillo buscando desesperadamente ese dispositivo que le daba las señales de su cuerpo, pero no lo encontró.
—Creo que se perdió en la explosión —le dijo Katerina imaginando lo que buscaba—. Había un cacharrito en tu mano cuando te sacamos de debajo de los escombros, pero la prioridad era sobrevivir, así que se quedó tirado en aquel infierno. ¿Era demasiado importante?
Mateo negó mientras se inclinaba sobre Santiago y acariciaba su rostro, viendo sus ojos enrojecidos por el humo de las explosiones.
—No, tengo más de esos en casa, puedo programar otro cuando quiera... pero al menos este me habría permitido saber cómo está, si tiene alguna herida interna, o cómo está la química de su cuerpo —respondió Mateo, que sentía los oídos como tapados por la presión de un avión demasiado elevado.
—Pues revísalo a la vieja usanza, pero te aseguro que está respirando bien, ya confirmé eso —le dijo la mujer con tono tranquilizador, y cuando Mateo se giró hacia ella, vio que Aleksei se sentaba junto a su madre.
Esto lo hizo respirar aliviado y solo les dedicó una sonrisa de alivio.
—Te agradezco que hayas vuelto por nosotros —le dijo y a pesar de todo Katerina le hizo un guiño con una negativa.
—Olvídalo, haría lo que fuera por los padres de mis hijos... aunque te advierto que son míos los tres, no importa que no conozca todavía a los otros dos tercios del trío.
Mateo suspiró con más calma y sostuvo la cabeza de Santi sobre su regazo los pocos minutos que tardaron en tocar tierra. Aleksei era un chico listo y había sabido actuar a tiempo, todos en aquel barco se habían salvado gracias a su aviso, y por supuesto que para el equipo de Santiago solo había sido cosa de mandar una llamada de auxilio a aquellas lanchas rápidas para que se acercaran.
Ahora todos se dirigían a la costa más cercana, y por supuesto lejos de cualquier puerto frecuentado.
—Elmer... —llamó Mateo al paramilitar que tenían más cerca, en plena alerta—. Vamos por la extracción de emergencia. Ya sabes lo que tienes que hacer —le dijo y no habían pasado ni diez minutos desde que las lanchas entraran en aquella playa, cuando ya podían escuchar sobre ellos el sonido de las hélices de un helicóptero de carga.
Les tomó otros cinco minutos establecer la posible área para el descenso más cercana, y a una hora de la primera explosión que casi los había matado, Katerina y su hijo, Santiago y Mateo, y el resto de su equipo despegaban en aquel helicóptero con rumbo a un aeropuerto donde ya estaba listo un avión.
—Creo que nosotros tendremos un problema para identificarnos —murmuró Katerina porque toda su documentación de respaldo para ella y para Aleksei, la verdadera o la falsa, todo se había hundido en aquel barco.
—Tranquila, deja que yo me ocupe a partir de ahora —le dijo Mateo con Confianza y en efecto, absolutamente nadie los cuestionó o se metió en su camino mientras aquel equipo de hombres armados hasta los dientes y ellos subían a un avión privado que inmediatamente ponía rumbo a Mónaco.
El avión tenía una pequeña habitación y esa cama habían acomodado a Santiago, y Matt había perdido el miedo cuando se había dado cuenta de que no estaba inconsciente sino dormido.
Por un momento había estado aterrado de equivocarse en la dosis, de haber calculado algo mal o simplemente que sobre esforzar su cuerpo de aquella forma pudiera lastimarlo. Después de todo le había metido una ajuga hipodérmica justo sobre el corazón, con una dosis de adrenalina para hacerlo reaccionar pasara lo que pasara, y gracias a eso estaban vivos los tres.
Pero ahora por suerte solo estaba pasando aquel subidón de adrenalina y su cuerpo estaba descansando, solo era cuestión de unas horas para que se ecuperara.
Así que dejó un beso en su frente, lo arropó con una manta y salió a asegurarse de que todos los demás estaban completamente bien.
—Tengo que reconocértelo, debes tener mucho poder para que nadie te toque —murmuró Katerina tomando una de las pequeñas botellas de licor del bar del avión y sentándose junto a Mateo solo unos minutos después.
—No soy poderoso, simplemente soy un fantasma cuando lo necesito —replicó él mientras el avión despegaba—. Toma este vuelo, por ejemplo. Nadie sabe quién se subió ni se bajó de él porque aparece en los planes de la torre de control como Vuelo Clasificado, Destino Clasificado, que es una mejor forma de decir “saca tus narices de aquí”. Para mañana incluso ese reporte habrá desaparecido, se habrán borrado las cámaras de seguridad del aeropuerto y cada rastro de nosotros se esfumará.
Katherina no se molestó en disimular su expresión de sorpresa y mucho menos la de admiración.
—Eso es... impresionante —murmuró.
—Impresionante es lo que puede hacer otro de tus hijos —le sonrió Mateo—. Si crees que yo soy bueno, deja que conozcas a Kolya, ¡ese niño hackeó la base de la Interpol con una computadora de Cibercafé! ¡Dale un par de años y será mucho mejor que yo! —exclamó y Katherina se quedó pensativa.
—Ellos... ¿están bien? —le preguntó con inquietud—. Aleksei dejó de verlos hace más de un año. ¿No les ha pasado nada malo?
Matt respiró profundo y tomó una de las botellitas que la mujer le brindaba, abriéndola y bebiendo su contenido con una mueca, porque el interior de su boca tenía cortes de sus propios dientes y el alcohol los remarcaba.
—Estos niños han pasado por mucho —le dijo—. A Kolya y Yuri logramos reunirlos hace solo algunas semanas. Santiago ha estado tratando de contener a Yuri como puede y yo de encausar a Kolya, pero esos no estarán completos hasta que no estén los tres juntos ¿entiendes? Ya no pueden separarse más —le advirtió.
Y para su sorpresa los ojos de aquella mujer tan dura, por un breve instante, brevísimo, se cristalizaron antes de responderle.
—No te preocupes... ya perdí a uno de mis hijos, voy a hacer lo que tenga que hacer para mantener juntos y a mi lado a los otros tres.