—¡Mi vida no tiene nada de drama! —se quejó Mimí bebiendo el tercer shot de tequila de la noche.
—¡Oye, suavecito, no te me emborraches tan pronto! —se quejó Mónica, su mejor amiga desde que eran niñas.
Estaban sentadas en la barra de aquel bar, poniéndose al día después de que Mónica regresara de dos años de estudiar en el extranjero.
—¿Qué quieres decir con que tu vida no tiene drama? —le preguntó, porque Mimí parecía a punto de desinflarse.
—¡Pues es que mi vida no tiene nada interesante! ¡Joder es que no estoy sufriendo! —se quejó de nuevo.
—¿Y tú quieres sufrir? —se burló Mónica.
—Bueno… es que si lo piensas, ¡no tengo nada de lo que haría que una novela fuera extremadamente exitosa! A ver te explico: mi familia no me quiere vender, no tenemos una empresa en quiebra que salvar con un contrato matrimonial, no tengo deudas, no me estoy muriendo de hambre, domino dos artes marciales y tengo la autoestima por el techo. ¡Es que estoy jodida! ¡Mi vida ni siquiera amerita una novela de plataforma!
Mónica casi escupió su cerveza de la risa.
—Bueno, bueno, ¿pero tu ex no se va a casar con tu prima? ¡Eso ya es algo! —intentó animarla.
—¡«Noooohombre», si es que ese es el problema! Si al menos estuviera yo despechada y triste por los rincones, sería algo, ¡pero es que me la suda el cabrón! Me da igual con quién se case. —Mimí hizo un puchero—. ¡Te digo que necesito darle un giro a mi vida, Moni! ¡Mi tragedia más grande es que mis padres me hayan puesto nombre de diosa griega: Mineeeeeervaaaaa…
—¡Y que te sigan llamando como perro minitoy! —se burló una voz extremadamente masculina y sexi a sus espaldas y Mimí se giró como un rayo.
Mónica abrió la boca para decir algo, pero su amiga se la cubrió con una mano mientras miraba al pedazo de hombre que tenía enfrente.
Empezó de abajo hacia arriba.
Zapatos italianos carísimos, traje sastre hecho a medida, pantalón que le marcaba un paquetote respetable, alto como para hacerla levantar la cabeza, fuerte como para empotrarla contra una pared y cuando llegó a su cara…
—¡¿Eres tú, Satanás?! —exclamó reconociendo al hermano de Mónica, a quien no había visto al menos en cinco años.
—¿Cuándo vas a dejar de llamarme así? —protestó Rafael—. ¡Ya te dije que yo soy el otro ángel, el más sexi!
Se acercó a ella y le dio un abrazo cariñoso, y Mimí aprovechó para toquetearlo decentemente, o al menos la espaldita ¿no?
—Para mí siempre serás Satanás. Me acusabas con mis padres por no estudiar.
—Y tú me hacías sombreros de fango —recordó Rafael.
—Bueno, ahora soy casi escultora, te puedo hacer todo tipo de sombreros… —murmuró ella mirándolo de arriba abajo—. ¡Dios, qué lindo te has puesto! —dijo apretándose las mejillas entre las manos y haciendo boquita de pato—. Bueno… ¿y qué te trae por este humilde lado del charco?
Rafael tiró de una banqueta alta y se sentó en ella, junto a las chicas. Hacía cinco años que se había ido a ocuparse de la expansión de la compañía familiar en Europa, y a sus veintiocho años era todo un gerente. Pidió un tequila y se lo bebió de un tirón, como si eso le quitara la compostura.
—Pues vine a joder la boda de mi ex ¿cómo lo ves? —siseó.
Mimí abrió mucho los ojos y se bebió otro tequila.
—Echa el chisme —lo animó.
—Pues la hija de puta me dejó por otro, y encima tuvo el descaro de invitarme a la boda —gruñó Rafael—. Se casa mañana.
Mimí negó con un suspiro.
—¡Joder, mañana debe ser el día de las casualidades, porque mi ex también se casa!
—¡No, no, no! ¡Ninguna casualidad! —ladró Rafael—. No es casualidad ¡porque mi ex se casa con tu ex!
Mimí escupió el trago que se estaba tomando.
—¡¿Tú eres el ex de la zorra de mi prima?! —exclamó aturdida—. ¡A ver, a ver porque esto no lo entiendo! ¡Que yo hubiera dejado a un hombre como Daniel por ti… eso sí tendría sentido! ¿¡Pero que alguien te deje a ti por ese hijo de Cuasimodo que es mi ex…!?
Mónica estaba que se partía de la risa, Rafael asentía con los brazos abiertos como si Mimí estuviera diciendo la cosa más lógica, y Mimí lo miraba de arriba abajo como si no encontrara una explicación.
—Es que… Satanás, tú lo tienes todo. Eres rico, tienes trabajo, eres atractivo, eres sexi. ¡Dios, estás más bueno que el chocolate belga…! —Se llevó una mano a la mejilla pero en un segundo chasqueó los dedos, como si lo hubiera descubierto—. ¡Ya sé! ¡No se te para!
A Rafael se le salió el tequila hasta por la nariz y Mónica literalmente se cayó de la banqueta de la carcajada.
—¿¡Serás pendeja!? —rugió Rafael.
—¿Ves? Por eso te decía Satanás… —recordó Mimí—Muy mal genio, muy mal genio…
El cantinero los calló sirviendo otra ronda para todos y Mimí suspiró con dramatismo.
—Bueno, al menos tú tienes tu tragedia. De tu vida sale una noveleta, pero algo es algo. —Apoyó la barbilla en los antebrazos y pareció derretirse en la barra.
—¿Sabes lo que tú necesitas? ¡Enamorarte locamente! —brindó Mónica—. Necesitas un hombre…
—¡No, no no! ¡Hombre no! —la corrigió Mimí—. De «un hombre» no hacen una novela, del panadero de la esquina no hacen una novela, ni del mecánico tampoco. ¡Yo lo que necesito es un mafioso!
Rafael arrugó el ceño y le empujó la frente con un dedo.
—¿Ya estás borracha?
—¡No, es en serio! ¡Bueno lo que realmente me hace falta es un hombre lobo, esas son las novelas que más se venden! ¡Pero en su defecto me conformo con un mafioso despiadado, o un dominante sexual, un millonario con problemas de posesividad o un…! —Mimí se detuvo y se giró despacio, mirando a Rafael con una sonrisa sugerente—. Satanás… tú eres CEO, ¿no?
—¡No seas babosa! ¡Soy Director Comercial! —rezongó él.
—Igual… mírame bien… ¿estás seguro de que no te convengo? Yo lavo, cocino y limpio.
Rafael apretó los labios y asintió.
—Ya nos conocemos, Minitoy. Tú quemas ropa, quemas comida e incendias casas. ¡Eres un arma de destrucción masiva…! —Y en ese mismo segundo sus ojos brillaron al darse cuenta de lo que había dicho—. Eres un arma de destrucción masiva, Minitoy… ¡y eres justo lo que me conviene! ¿Quieres venir conmigo a una boda?
CAPÍTULO 1. ¿Eres tú, Satanás?
Escrito el 21/08/2024